Bajo este título, entramos en lo que podríamos definir como la razón principal de este capítulo de la página, dentro de los temas dedicados a la seguridad vial. El motivo no es otro que el de proporcionarte las armas y el conocimiento suficiente sobre la máquina, la vía, y tu propio comportamiento, a fin de que disfrutes conduciendo tu bici o tu ciclomotor de la forma más segura posible.
Por ese motivo y aunque el conjunto de enseñanzas sobre los vehículos y la circulación deben merecer tu atención, el referido a la seguridad vial, ha de ocupar siempre un lugar preferente. Con este fin, empecemos a establecer, cuales son los elementos que componen el tráfico y en que proporción toman parte en la seguridad vial.
En primer lugar está el hombre, es decir tú, chico o chica que manejas una bicicleta o un ciclomotor. De tus aptitudes y habilidad depende tu seguridad en el tráfico. Pero sobre todo y por encima de todo, son tus actitudes ante ti mismo, ante las normas de circulación y ante los demás usuarios de las vías, lo que va a preservarte de los accidentes y lo que, en definitiva, distingue a un buen ciudadano de otro insolidario y mal educado.
En segundo lugar, colocaremos al vehículo y sus posibles fallos que, aunque mínimos en la práctica, pueden también, ser causa de accidentes.
Y, en tercer lugar, con un porcentaje de culpabilidad muy próximo al del vehículo, la vía, la carretera, en definitiva, el camino por el que vas a circular.
Por tanto, para hallar el resultado de esta cuenta y la parte que te corresponde como conductor, basta con quitar el 20% para comprender que asumes el 80% restante, en la mayoría de los accidentes. ¿En qué medida depende de nosotros mismos el que este elevado porcentaje de culpabilidad del conductor no nos afecte?. La respuesta adecuada es la siguiente.
En el tráfico todo sucede de forma muy rápida y los accidentes se producen en cuestión de segundos. Por esta razón, para evitarlos, sólo disponemos de fracciones de tiempo medidas, también, en segundos. Cualquier acción de un conductor, sigue un proceso medible en distancias recorridas en segundos y comienza en el instante en el que el cerebro del conductor recibe la información (un cruce, una señal de tráfico, una curva, un peatón que cruza de improviso, otro vehículo que se detiene delante del nuestro sin previo aviso, etc) y la interpreta.
Continúa con la transmisión de esa información en forma de órdenes a nuestro sistema motriz, hasta que finalmente manos y pies ejecutan los movimientos necesarios para cambiar de dirección, esquivar el obstáculo o detener totalmente el vehículo.