De nuevo nos ponemos a los mandos de MINI diésel más potente hasta la fecha, hablamos del Cooper SD, con un motor de 2 litros y una potencia resultante de 170cv.
En esta ocasión hemos optado por probarlo con cambio automático de 6 velocidades. Ya que hace unos meses hicimos lo mismo pero con la versión manual.
Desde la aparición en el mercado del actual MINI hemos ido probando poco a poco todas sus versiones; en esta ocasión es el turno del MINI Cooper en su versión diésel más potente y prestacional. La versión SD.
Probamos hace ya unos años el anterior MINI también en su versión Cooper SD, con una potencia de 143cv extraída del bloque de 2 litros y cuatro cilindros que también emplea BMW en muchas de sus versiones.
Dicho motor, muy popular y conocido tiene un amplio abanico de potencias dentro de la marca. Su comportamiento es más cercano al de una mecánica gasolina que permite ser subido de vueltas con rapidez.
Recordamos como en el anterior Cooper SD el motor se notaba tosco y brusco en aceleraciones con un sonido puro a diésel al ralentí. Quizás excesivo y poco amortiguado. Incluso desde el interior se podía percibir.
En el actual MINI Cooper SD el motor es el mismo a grandes rasgos, ya que ha sido evolucionado con el paso de generación. Para empezar ahora eroga una potencia de 170cv y su sonido no tiene nada que ver con el modelo anterior. Si se le demanda potencia pisando con ímpetu el acelerador suena francamente bien. Asombra incluso tratándose de una mecánica diésel, que no se caracterizan por un sonido especialmente dulce.
La entrega de potencia sigue siendo contundente una vez se superan las 1800/2000 revoluciones, empezando a morir pasadas las 4000. Estirar más de las 4500 rpm es una pérdida completa de tiempo y de prestaciones.
Es un motor con unos medios demoledores, con mucho empuje, que muere como casi todo turbodiésel a sobre pasar las 4500 rpm. Curiosamente la misma mecánica en el MINI anterior y en otros modelos de BMW estira sin problemas por encima de las 5000 rpm, eso sí, con pérdidas de potencia evidentes al acercarnos a la zona roja del tacómetro.
Una de las grandes bazas del MINI Cooper SD a nuestro parecer es que, gracias a su “alta” cilindrada dispone de unos bajos altamente interesantes y demoledores. Que convierten la conducción en ciudad en un paseo cómodo. Es fácil que el cambio automático cambie con prontitud de marcha haciendo uso del alto par a bajas vueltas.
Con el actual downsizing esto es prácticamente imposible, los actuales motores con cada vez menos cilindrada y cilindros acusan de unos bajos muy pobres que nos hacen abusar del embrague en salidas rápidas.
Estéticamente el MINI Cooper SD no se diferencia en nada de su hermano el Cooper S, tan solo en las siglas y las insignias. Naturalmente hablamos a motor parado. Es fácil reconocer las diferencias una vez están en marcha. El sonido más fuerte y menos agradable de la mecánica diésel lo delatan rápidamente.
Tanto por fuera como por dentro podemos encontrar las mismas opciones. Un puesto de conducción que, por ejemplo en nuestra unidad con unos asientos deportivos de piel blanca, además de sujetar de maravilla en zonas muy viradas otorgan al interior una prestancia y calidad visual muy notoria. Y accesorios opcionales JCW como el volante, con un tacto exquisito.
El tacómetro y velocímetro se encuentran justo delante del conductor. Antes el velocímetro se situaba en la consola central. En este sitio hay una pantalla multimedia de buen tamaño. El manejo de la misma es muy sencillo, mediante botones y una rueda alojados al lado del freno de mano. Al estilo de los BMW con su I-Drive.
El accionamiento de los elevalunas eléctricos ahora está situado en las puertas, como en casi todos los vehículos. Ya no tendremos que andar “palpando” las palanquitas de la consola central para subir o bajar la ventanilla mientras estamos al volante.
El botón de puesta en marcha del motor, de color rojo, está en la consola central. Al lado de otros botones como la desactivación del control de estabilidad o el Stop & Start.