Mazda es de las pocas marcas que aún conservan motores gasolina sin turbo alimentar. El motor probado en el vehículo objeto de esta prueba es un 2.0 gasolina de inyección directa y aspiración atmosférica. Que produce 120cv de potencia máxima y que cuenta con la tecnología Skyactiv de Mazda.
Dicho motor, a pesar de no contar con turbo alimentación, se defiende muy bien en cuanto a prestaciones y consumos si lo comparamos con sus rivales. La potencia máxima se encuentra en la parte más alta del tacómetro, lindando con el corte de inyección y no es hasta pasadas las 4000 revoluciones que se nota que el motor empuja con decisión.
Es en medios y bajos donde más muerto se encuentra por la falta de PAR y, para poder sacarle todo su potencial es obligado estirar las marchas sí o sí.
En los tiempos que corren estamos acostumbrados a motores gasolina “diesilizados”, es decir, con mucho PAR a bajas vueltas y una entrega de potencia máxima a un régimen bajo de vueltas, esto implica no tener que apenas cambiar de marcha para disponer de potencia o tener que subir mucho de vueltas el motor. Sin duda es una conducción más agradable y cómoda, pero, pierde el encanto de los motores como el aquí probado, que es otro tipo de filosofía. Y porque no decirlo, con un funcionamiento óptimo para el uso diario.
No es la primera vez que probamos un motor gasolina de la marca Mazda, siempre, o casi siempre, nos ha parecido que están faltos de “punch” en las aceleraciones, en parte es lógico, la ausencia de la turbo alimentación obliga a tener que subir de vueltas el motor y el empuje es más lineal. Pero os puedo asegurar que el Mazda3 probado anda francamente bien, y permite recuperar y acelerar con mucha soltura.