CUANDO BAJA LA BANDERA, SE ACABAN LAS GILIPOLLECES
En la Fórmula 1, la frase significa que, los halagos, la prensa, los pronósticos, y los faroles, se apagan cuando arranca la carrera; podría decirse, como en las corridas de toros, que llega el momento de la verdad.
Es en ese instante mágico en el que, los mecánicos, los fotógrafos y los invitados de lujo corren a situarse fuera de la pista y el piloto se queda solo y a punto de iniciar un viaje incierto, con sus incertidumbres, quién sabe si con sus miedos, y con su cuerpo segregando adrenalina a tope.
Es imposible imaginar lo que pasará por la mente de Fernando Alonso, cuando hoy, en la vuelta lanzada de las 500 Millas de Indianápolis, le enfrenten a un enorme desafío, al volante de un coche prácticamente descocido, rodeado de adversarios curtidos en este tipo de carreras y circulando durante más de tres horas a medias superiores a los 350 kms/h.
Han sido tantas las esperanzas y las especulaciones sobre el resultado de esta carrera, tanta la atención mediática centrada sobre su persona, y el reto que se le plantea, que su responsabilidad debe pesar con demasiada fuerza, algo más que añadir a la ya complicada tarea de conducir sin perder la concentración o cometer el más leve error.
Qué pasará hoy debajo del casco del español, cuando “The flag drops, y the bull shit stops”. No quisiera verme en su pellejo.