Empecé a padecer quebrantos de salud antes de cumplir los veinte años. Desde entonces las diferentes etapas como paciente y visitante me bastarían para llenar las páginas de un grueso libro.
Desde la ejemplaridad de un hospital en Estocolmo, hasta Senegal, o el paritorio en un centro de salud de Latinoamérica lleno de cucarachas, creo tener suficientes elementos de juicio como para afirmar que la asistencia médica gratuita de la Seguridad Social española está entre las mejores del mundo, sino es la mejor.
En España he pasado por quirófanos consultas y toda clase de infortunios, no sólo en Madrid sino en otros lugares de España.
La amabilidad, el cariño y la profesionalidad de médicos, enfermeras y ayudantes, ha sido siempre eficaz y exquisita.
Aquellos que se quejan con todo el derecho a hacerlo, sus razones tendrán.
El único punto negro del sistema son los sueldos de estos profesionales, comparados con todo un ejército de políticos inútiles, por levantar el brazo.