Todavía circulan por España miles de automóviles que, o no dispone de aire acondicionado o lo tienen averiado.
Muchos conductores, obligados por el fuerte calor de estos días, apoyan en brazo desnudo sobre la puerta o, lo que es todavía peor, lo dejan colgando pensando que la corriente de aire que produce el vehículo en movimiento ve a mitigar su calor.
Lo cuento en primera persona: a mí me han golpeado el retrovisor exterior en un par de ocasiones al cruzarme con otro conductor que conducía a toda velocidad por una vía estrecha.
En ambos casos el retrovisor se ha doblado sin romperse.
Es fácil adivinar qué hubiese pasado si hubiese llevado el brazo por fuera. Ahora sería como Miguel de Cervantes.