Hace unos días incluíamos en esta página, en su sección Bitácora, “La excursión”, uno de los capítulos más espectaculares de la serie “La Segunda Oportunidad” en el que mostrábamos el “accidente” de un autobús escolar en el que viajaban un grupo de niñas.
Han transcurrido treinta años desde la fecha en que fue grabada la escena, y en todo ese tiempo, los accidentes graves de autobuses de viajeros ha seguido sucediéndose mientras, la Administración española y europea, han estado dilatando la urgente necesidad de dotar a estos vehículos de estructuras resistentes y cinturones de seguridad.
A estas alturas, cuando en mi opinión todavía se hace esperar demasiado, parece que la obligatoriedad de incorporar los cinturones es una realidad pero no está demasiado claro que va a pasar con los autobuses que ya están circulando.
Sé perfectamente que la incorporación de cinturones de seguridad en un autobús comporta unas inversiones muy importantes: los anclajes, las butacas y la propia plataforma, precisan de una remodelación adecuada a la eficaz retención y resistencia de los cinturones, pero nada justifica que, cuando el transporte aéreo de viajeros ya los utiliza desde la fabricación de los primeros aviones de la historia, los responsables de la seguridad del tráfico hayan estado mirando para otro lado y al mismo tiempo insistiendo en su uso obligatorio en los vehículos de turismo. Y lo curioso es que, estos burócratas de despacho, se pasan la vida dando conferencias sobre seguridad vial.
El accidente ocurrido en las proximidades de Madrid este domingo pasado, una vez más, ha vuelto a poner en entredicho la seguridad del transporte de viajeros, por mucho que las patronales del ramo vuelvan a alzar su voz mostrando estadísticas comparativas que, al menos a mi, no me convencen en absoluto.
En este, último dramático accidente, en el que han muerto siete personas y hay más de una veintena de heridos, algunos han salido despedidos, otros han quedado atrapados y, como explicación, los conductores han declarado que fue el pinchazo de un neumático trasero -uno de ellos es el conductor de reserva que, al parecer, iba dormido en ese momento- la causa de la salida de la vía.
Que Dios me libre de hacer juicios sobre algo que no he presenciado y que es la Guardia Civil la que, en su atestado, establecerá las causas que, casi nunca acaban conociéndose con precisión, pero que son las únicas posibles.
Pero sobre la eventualidad -siempre posible de un reventón o de un pinchazo fortuito- resulta hoy día muy improbable que, con la moderna y cada vez más segura construcción de neumáticos de última generación, se de uno de estos casos si los neumáticos están en buen estado.
Un neumático revienta por: desgaste excesivo, exceso de temperatura -eran las 8.45 de la mañana en una zona de sierra- generada por un inflado defectuoso (con poco aire, la flexión de la banda lateral genera altas temperaturas que pueden provocar el reventón) o por desgaste excesivo de la huella de la banda de rodadura. Cuando, al tomar una curva, -que no parece el caso porque el vehículo circulaba en una recta en el momento del accidente- si el neumático está bajo de presión, la llanta puede “clavarse” en el asfalto y provocar el vuelco (según un testigo que circulaba detrás el autobús, llevaba ruedas gemelas en el eje trasero, con lo que este último supuesto hace más difícil que esa fuese la causa). Por otra parte, muchos vehículos pesados actuales llevan un detector de pérdidas de presión que indica al conductor si las presiones son correctas en todo momento.
En cualquier caso, lo lamentable, lo triste, es que sigan sucediéndose estas tragedias en las que, paradójicamente, las víctimas suelen ser gente humilde obligada a utilizar este medio de transporte por su bajo precio.
Pero las causas, sean unas u otras, de estos accidentes, no han sido todavía abordadas por los responsables del tráfico en Europa, que han dejado pasar el tiempo sin abordar el problema con decisión por no atreverse a tocar, como viene sucediendo con la industria en general del automóvil, los altísimos costes que supone cualquier cambio en la fabricación. Pero, me pregunto ¿es que esto significa que el progreso lleva consigo que muchas personas tienen que seguir muriendo en los accidentes como un tributo que hay que pagar?
Un director general de Tráfico me dijo un día que: “un solo muerto eran muchos muertos” y yo pienso igual que él. No debería haber intereses materiales en el mundo, comparables a la vida de un ser humano.