Tengo un amigo para el cual, Bakunin se quedaba corto. Sus teorías sobre el anarquismo y la religión, palidecen hoy para lo que, según él, sería un cambio radical de la sociedad española en una supuesta revolución de las masas.
En un principio, cuando le escuchaba, sus ideas me parecían fuera de lugar cuando me aseguraba cosas que, para mí, siempre habían estado bastante claras.
Cosas como que, “el diario El País es el mejor aliado del partido Popular”- yo siempre he creído lo contrario-, me dejaban cavilando incrédulo.
“Todo estaba programado para que los que mandan siguieran mandando pasara lo que pasara, mientras, las clases medias y las clases trabajadoras más humildes, siguieran soportando sobre sus espaldas el peso de la injusticia y financiando el descarado momio de los políticos, sin rechistar”
.
Al oírle decir tamaños disparates, le reconvenía, le tildaba de derrotista y, en el caso del gobierno actual del Partido Popular, al que yo siempre había votado, trataba de convencerle de que estos eran los buenos, y los otros, los que nos habían dejado en la ruina, los malos a los que había que demonizar sin más.
Pero los anatemas de mi amigo no se quedaban ahí:
“Los políticos sólo podían acceder al poder si, al presentarse a las elecciones, no habían prometido de antemano a los poderes fácticos, a los que mandan, que serían buenos chicos y que, bajo ningún concepto harían nada, en contra de sus sagrados intereses”.
Al llegar a este punto, yo me escandalizaba: le hablaba del voto, de la democracia que tanto nos había costado alcanzar, de la libertad…
Entonces él se reía en mis narices, y a los más que me atrevía, por darle un poco la razón, era a quejarme de la forma exagerada que se repartían los cargos los políticos, las prebendas y los desproporcionados sueldos que se atribuían ellos mismos sin oposición alguna, mientras que, una gran parte de la población, veía reducir sus ingresos, aumentar sus impuestos, y el precio de las cosas.
Su contestación me dejaba todavía más confundido: -“Paco, me decía, si tú quieres tener un empleado fiel que responda a las órdenes de los que le mandan, tendrás que pagarle de forma generosa”.
Todo está programado, atado y bien atado, como Franco aseguró en su día. Nosotros somos sólo una parte del guiñol al que el poder maneja y trata por todos los medios de tener distraído por los medios que sea: “Panen et circenses”, futbol a todas horas, televisión basura, incultura generalizada, medios de comunicación teledirigidos con un mensaje preconcebido, leyes regresivas, políticos mediocres, vuelta al pasado introduciendo la religión católica, que tanto mal hiciera a España a lo largo de siglos, en la educación por ley, y el resto, o casi todo, en materia de libertadas, prohibido, prohibido, prohibido…
Fíjate Paco, si los políticos, los que deciden, tiene miedo de que su santuario se vea amenazado por la protesta y establecen un cerco de hierro en el edificio que los reúne, ¿qué te parece a ti que estará pasando? ¿De qué se protegen? ¿A qué le tienen tanto miedo? ¿Será que en sus conciencias empieza a pesar un sentimiento de culpa y de temor a que el pueblo, harto de tanta desigualdad, se desmande un día?”
Después de escuchar las demoledoras opiniones de este amigo, al que quiero y respeto, hace algún tiempo que empezaron a apoderase de mi las dudas, y confieso, que pudiendo utilizar ese don maravilloso que me otorga el derecho a pensar en libertad, me viene a la memoria la historia de aquel judío desconfiado que, un día, le espetó a su mujer: “Sara, no me fio ya de nadie y, a veces, tampoco me fio de ti”.
¿Habrá algo de verdad en lo que asegura mi amigo? Empiezo a temer que sí.
Paco Costas