En la última gran operación de tráfico, en la que la DGT montó un espectacular dispositivo, la fluidez del tráfico y el evidente descenso del número de vehículos circulando, sorprendió a la propia dirección general y, es casi seguro que, en este puente del 15 de agosto, ocurra lo mismo.
Hace algunos años, otro director general- el nombre no hace al caso-, me dijo en plan de coña que la solución al problema de los accidentes pasaba por que todos los usuarios dejásemos el coche en casa.
¿De que se trata? ¿De seguir echándonos incienso? ¿De aumentar la recaudación? ¿Es esta represión, ante la que estamos indefensos, una forma de educar a los conductores españoles?
Con la subida del precio del carburante, la crisis económica que, por mucho que se niegue ha reducido el consumo, la gente se palpa el bolsillo antes de emprender un viaje. La DGT ha encontrado el mejor aliado que imaginarse pueda para que, a final de año, poder presentarnos unas estadísticas que justifiquen la persecución y el enorme gasto en radares y campañas que, por sí solas, no son la solución ni mucho menos.
Se ha puesto en marcha el carné por puntos, se ha endurecido el Código Penal, las multas, en el mes de julio han aumentado de forma espectacular; a partir de ahora, si como estamos viendo, las cifras verdaderas se siguen falseando y el fin no justifica los medios, ¿Qué les queda por hacer a la DGT y al Ministerio del Interior? ¿Cuál sería la próxima medida?.
Sólo queda una, la que el propio PSOE se negó a poner en marcha a pesar de haber sido este partido político el que lo sugirió en su precampaña del 2004, la creación de un organismo en el que estuviesen agrupados en una sola dirección todos los ministerios implicados en la seguridad del tráfico.
La DGT actual, ni interviene ni ha intervenido nunca con la autonomía necesaria en: la educación, la construcción de carreteras y su señalización, la asistencia a los heridos, la homologación y revisión de vehículos….en una palabra, la DGT se limita a sancionar, a controlar el sistema de permisos de conducir a través de las autoescuelas, a expedir toda clase de documentos de carácter administrativo, y a cobrar tasas por la más mínima gestión. Pero, en ningún momento, a dedicado el cuantioso presupuesto de que dispone- sobre todo en estos momentos- a lo que debería ser su principal cometido; a la formación que los vehículos y las vías exigen hoy día a los conductores.
Creo que la Dirección General de Tráfico ha cumplido un tramo de la automoción en España; su funcionamiento sigue siendo lento y, sobre todo, intervencionista y, por tanto, debe desaparecer. La complejidad y el aumento del tráfico de los últimos años en nuestro pais, así lo exige.
Paco Costas