Esta vieja despedida del pueblo navarro cuando acaban los sanfermines, es lo que me apetece en este momento repetir cuando, en Interlagos, acaba de caer el telón del campeonato mundial de la F1, 2013.
Desde hace muchos años, cada vez que termina este espectáculo emocionante de la competición más importante del automovilismo deportivo, siento una especie de vacío en el estómago, hasta que comienza en unos meses el siguiente.
Ningún campeonato se parece a otro, y éste, por sus resultados, dudo que se repita en el futuro. El dominio aplastante del equipo Red Bull y del alemán Vettel, ha entrado ya en la leyenda como muy pocos en la historia de este deporte.
No creo que ningún aficionado pueda poner en duda a estas alturas el gran talento de Vettel que ya cuenta con cuatro campeonatos a una edad que nadie ha logrado ganar hasta la fecha. Pero viendo como adelantaba a Rosberg en plena recta después de haber sido superado por éste en la arrancada, para mí, queda muy claro que, ni Vettel y ningún otro piloto, hubieran logrado jamás un palmarés semejante sin un monoplaza en los límites de la perfección técnica.
En 1984, en el circuito de Estoril, Lauda ganaba su tercer mundial con Mclaren por medio punto sobre Prost. La superioridad del equipo había sido tan apabullante a lo largo de la temporada que, en una entrevista que le hice al malogrado De Angelis, que había sido tercero, me dijo que él era el campeón de segunda división.
La historia se repitió años después; Mclaren, Williams y Ferrari fueron los imbatibles al final de los ochenta y en adelante. En esta ocasión, el campeón del mundo de la F1 de la segunda división ha sido Fernando Alonso, con la “colaboración” de la legendaria y esta vez impotente escudería Ferrari.
Creo que está en el ánimo de todos, incluidos su rivales más directos, que Alonso es el mejor piloto de la parrilla, pero de nada sirve en estos momentos en los que, sin duda, se sentirá defraudado y triste. Pero en este deporte, como en la casi totalidad de los deportes, los resultados son los que cuentan, y del segundo nadie se acuerda al día siguiente. La gloria, por ahora, le corresponde integra a Vettel; lo que pase el año que viene, ya se verá.
Paco Costas