Los malos olores acaban por denunciar su origen.
Todo empezó cuando Hacienda denunció los fraudes de ciertos futbolistas que se creían intocables. Al principio, la rabieta: “pero cómo se atreve nadie a mover los secretos de mi fortuna, a mí, una figura amada por millones de seguidores en todo el mundo”.
Y poco a poco, lentamente, la máquina de la justicia comenzó a moverse y uno tras otro se sentaron ante la mirada severa de un juez.
Ahora la policía ha levantado la tapadera de la olla podrida que dirigía el presidente que hasta ayer era voz única y dictatorial de los destinos del futbol en España.
Tuve ocasión de hablar brevemente con Villar cuando, con un grupo de colegas de la prensa, durante el campeonato mundial de futbol del 94, asistíamos al espectáculo de Los Tres Tenores en Los Ángeles. Ya entonces no me gustó el personaje.
Han pasado nada menos que 23 años y, milagrosamente, a pesar de las denuncias, al igual que en el asesinato de Cesar, todo el mundo lo sabía pero Villar se mantenía en el puente del barco contra viento y marea.
Este tipo de milagros nunca se produce sin que en el entorno del dictador se vayan silenciando voces peligrosas a cambio de dinero, y en el fútbol hay mucho dinero. Al final, el denunciante es siempre alguien al que se ha dejado de dar.
La detención de Villar va a servir, estoy seguro, para se conozcan las corruptelas y a los corruptos que han vivido de lo que debería ser sólo un deporte.
Permanezcan atentos a la pantalla. ¿Qué otro escándalo nos despertará un día de estos?