Desde 1950, la primera carrera de Fórmula 1 de la historia, jamás se ha visto un espectáculo tan deprimente como el que nos deparó el triste abandono de Fernando Alonso en la primera vuelta.
Los equipos que, por falta de recursos, no lograban construir un monoplaza competitivo, si era lógico que rompiesen con frecuencia o que terminasen entre los últimos de forma habitual, pero que un equipo como Mclaren, con un piloto como Fernando, no haya ganado un solo punto en la cuarta carrera, es imperdonable.
En 1993, el equipo Senna-Ron Dennis, después de retirarle Honda los motores con los que habían dominado hasta entonces, dispuso de motores Cosworth teóricamente inferiores y, aun así, ganaron cinco grandes premios, uno de ellos, por cierto, quizás el más grande logrado por el brasileño en Donington Park bajo la lluvia.
Que, después de dos años, con una inversión multimillonaria y un potencial como Honda y Mclaren, ofreciesen ayer el más bochornoso ejemplo que recuerdo, indigna a todos los que amamos este deporte.
A pesar de lo que debía estar pasando por la cabeza del asturiano en ese momento, sus declaraciones fueron demasiado templadas. Todos conocemos a muchos pilotos que hubiesen estallado, con razón, en ese momento.