Dos de cada tres conductores que circulan en España, lo hacen con un teléfono móvil al alcance de su mano. Si hacemos caso de las estadísticas, el uso inadecuado del móvil multiplica por cuatro el riesgo de un accidente, e incluso por seis en el primer momento de la comunicación. Ante este dato indiscutible, podría decirse que, aunque viajen juntos, el móvil y la seguridad del automóvil son antagónicos y que el primero pone en riesgo al segundo, cuando en plena marcha, acapara la atención de su conductor.
Esa primera pérdida de atención, en sólo cinco segundos, a 100 km/h, corresponde a 140 metros recorridos cuando responde a una llamada, y 12 segundos cuando marca un número en el teclado (es decir a la misma velocidad recorre 330 metros). Pero, en ese momento, aparecen otras complicaciones.
Además de alterar la concentración del conductor, se produce un estrechamiento del campo de visión, se reduce el tiempo de reacción, se modifica muchas veces de forma peligrosa la trayectoria y se calcula mal la distancia de seguridad. Y estos efectos se prolongan hasta unos segundos después de haber finalizado la conversación.
Los kits de manos libres es cierto que no obligan a soltar el volante, pero la atención del conductor se divide y de una forma parcial se concentra en la información que esta recibiendo. Ya sé que es predicar en el desierto y que una inmensa mayoría de los conductores van a seguir usando el móvil mientras conducen, a no ser que, el nuevo sistema sancionador que ya tenemos encima, les haga desistir a la fuerza. Ya se sabe, es condición humana.