Dudo mucho que si se preguntase a diez niños en edad escolar quienes eran Machado, Lorca, Miguel Hernández, o en qué siglo escribió el Quijote o donde nació Miguel de Cervantes, pocos o ninguno sabrían que contestar.
Pero no son nuestros niños los culpables, los culpables son los dictadores y los políticos que, con escasas excepciones, se han desentendido de la cultura que, durante siglos solo era privilegio de muy pocos y de la Iglesia, y que ahora, en una sociedad democrática, no están haciendo nada por corregirlo.
Sin remontarnos muy lejos, nuestro actual presidente del gobierno sigue demostrando que la cultura le importa muy poco. El, quizás sea un buen administrador, pero en cuanto a interés por la cultura siempre ha dado un pésimo ejemplo.
La música, la lectura, el latín, el conocimiento de otros idiomas, nuestra historia, tan importante para entender el presente y no digamos la gramática de nuestra propia lengua, hablada y escrita, es mejor no mencionarlo, no hay más que intentar leer o descifrar algunos mensajes en las redes sociales.
Hoy he visitado por segunda vez la sepultura de Antonio Machado en Collioure, y por segunda vez, no he podido evitar meditar cómo el odio, la guerra, la intolerancia, y sobre todo la ignorancia de políticos de un bando y de otro, siempre han hecho todo lo posible por ahogar la razón, siendo la única forma de dominar a una nación para que permanezca muda y controlada.
Creo que la Iglesia Católica, en donde casi siempre ha residido el saber, también tendría que entonar su mea culpa.
Machado, Hernández, Federico García Lorca y tantos buenos pensadores y artistas, a los que el poder despótico, o los convirtió en mártires o los obligó a abandonar el país, son nuestros héroes olvidados.