Hace ahora casi diez años que José María Aznar entregó el Gobierno en
manos de José Luis Zapatero y de su partido, el PSOE. En ese momento
España disfrutaba del período de mayor bienestar económico de toda su
Historia. Ni bajo Roma, ni en la Edad Media, ni con Los Reyes
Católicos, y mucho menos, durante el largo periodo en el que reinaron
los Austria, habíamos disfrutado de una situación semejante, y aunque
éstos últimos dominaron el mundo bajo el emperador Carlos V y su hijo
Felipe II, lo hicieron gracias a las inmensas riquezas que tuvieron en
sus manos después del descubrimiento de América, que lejos de
proporcionar bienestar a los españoles, se gastaron en comprar la
corona imperial del primero, y en las guerras en defensa de la fe
católica que ambos financiaron en toda Europa, mientras, el pueblo
español permanecía en la miseria, y sólo los nobles y la Iglesia
disfrutaban de aquel maná que les llegaba de fuera.
Han pasado casi diez años desde aquella fecha, y España se encuentra
al borde de una sima de la que muy difícilmente vamos a salir en mucho
tiempo. ¿Quién tuvo la culpa? Da igual. Los españoles fuimos víctimas
de un espejismo inducido en el que, los de siempre, comenzaron a
vendernos dinero barato con el sólo propósito de asegurar sus
beneficios durante un largo periodo de tiempo, a costa de tener al
país hipotecado durante muchos años.
Y no fue sólo en España donde manaba el cuerno de la abundancia,
países paradigma de la riqueza y la buena administración como los
Estados Unidos o Francia, también cayeron en la misma trampa, y cuando
el globo adquirió su grado máximo de presión, nos explotó a todos en
la cara, pero con una importante diferencia; ellos se dieron cuenta a
tiempo, mientras, nuestros políticos siguieron esquilmando la caja,
mirando hacia otro lado, y alimentado la hecatombe (Homero describe
“una hecatombe”, como un banquete pantagruélico en el que se
sacrificaban toda clase de animales y se comía y se bebía hasta la
saciedad), en el caso de España, la hecatombe duró hasta que ya no
quedaron animales que poder sacrificar. Y cuando la debilidad de
nuestra situación quedó al descubierto, al igual que las jaurías
despedazan a la pieza moribunda para lograr el mejor trozo, los
buitres sin rostro que habitan en esas torres de altura inalcanzable,
nos están asfixiando y dejando a España y a nuestros hijos,
hipotecados para unas cuantas generaciones.
¡Quien tuvo la culpa? Desde luego no los administrados, los que cada
mañana madrugan, están en los quirófanos, en las oficinas, en las
fábricas, en los pequeños comercios, repartiendo comida gratuita a los
millares de españoles que pasan hambre, algo que hacía muchos años no
habíamos conocido. O acaso la tienen aquellos humildes ahorradores
engañados por la voracidad de los bancos en los que confiaban, o los
miles de ciudadanos, casi todos trabajadores, que cada día se ven
arrojados de sus casas gracias a una ley totalmente injusta.
En éste país del Lazarillo, mi sabia abuela, la señora “Paca la
gallega”, me decía: “hijo mío, media España se levanta todos los días
viendo la forma de engañar a la otra media”. Quizás el porcentaje no
sea tan alto, pero es evidente que, cuando se tiene el poder y la
falsa esperanza de que nunca va a conocerse, la corrupción y la
apropiación de los ajeno es una enfermedad crónica que hemos padecido
siempre y que, mucho me temo, seguiremos padeciendo, si una Justicia
justa, no castiga con dureza a tanto ladrón.
Pero quién dijo miedo. Los españoles somos un pueblo ingenioso y
valiente, y en otras peores- mucho peores, lo afirmo- nos hemos visto.
En todo caso, y como flaco consuelo, tenemos a los Gasol, a Nadal, a
Alonso, y la Roja, para distraer nuestra miseria y, al menos, vivir
con ellos sus fugaces momentos de gloria.
“¿Quién tuvo la culpa?, ¡Fuenteovejuna, señor! ¡Fuenteovejuna! “
Paco Costas