Un pequeño ordenador portátil, una botella llena de un litro, o cualquier otro objeto contundente de un kilo de peso en la parte de atrás del habitáculo de un automóvil, se transforma en un auténtico proyectil de 56 veces su peso, cuando sufrimos una deceleración instantánea a sólo 50 kilómetros por hora.
Un niño que pese 10 kilos, que no vaya retenido por un sistema de sujeción adecuado, golpeará a los pasajeros de los asientos delanteros o saldrá por el cristal del parabrisas después de impactar en él, con la fuerza de más de 500 kilós.
Si el niño ya pesa 20 kilos, el impacto pasará de una tonelada.
Si no me cree, vea e siguiente video:
Paco Costas