A veces, manejar un carrito de la compra en el parking de un supermercado, puede ser tan peligroso como cruzar la Gran Vía madrileña a pie, con el semáforo en rojo y la hora de circulación más intensa.
Resulta realmente sorprendente que, en la mayoría de los aparcamientos subterráneos de las grandes superficies, un gran número de conductores y conductoras circulen a velocidades de 40, 50 km/h, cuando muchos de los clientes se dirigen con sus carros de las compras a sus vehículos, en la mayoría de las ocasiones acompañados por niños que a duras penas pueden ser controlados por las personas mayores.
Circular por esas superficies- con un firme plastificado y deslizante- a esas velocidades, entraña un riesgo para los peatones que dudo mucho que los conductores que lo hacen sean capaces de medir.
Detener un vehículo sobre un piso asfaltado, con buenos neumáticos, buenos frenos y los reflejos de un piloto de carreras, a 50 km/h, requiere una distancia total de 12 metros hasta su detención total. Sobre una superficie deslizante, resulta casi imposible establecer el cálculo.
¿Saben estos conductores inconscientes que, con un tiempo de reacción de 0,6 segundos, la distancia recorrida es de 8,3 metros y todavía hacen falta cuatro más para evitar un atropello a esa velocidad?
Mucho me temo que no, y sólo pido a Dios que esa mano invisible que tantas veces proteje a los peatones, la que ejerza su influencia de forma muy especial en estos aparcamientos en los que se juegan la vida sin ser darse cuenta del peligro que corren.