Bush deja una herencia envenenada.
En Estados Unidos ya se han perdido 200.000 puestos de trabajo en el sector del automóvil; en Japón, el gigante Toyota atraviesa una crisis como no había conocido en los últimos 16 años, en el Reino Unido, a pesar de la drástica bajada del precio del dinero, el presidente de Jaguar y Land Rover, mostraba hace unos días su preocupación en unas declaraciones a la BBC; en España los expedientes y los despidos se están produciendo en cascada, así como las ventas, tanto de usados como de nuevos; el sector de la moto y de los seguros también se ve afectado por el mal momento económico; el panorama para un futuro inmediato se presenta ciertamente oscuro.
Entretanto, el mundo está dirigiendo su mirada hacía el gobierno de los Estados Unidos en la persona del recientemente elegido Barack Obama, pero los desafíos que le esperan, sólo un milagro es capaz de resolver y da un poco de miedo comprobar las enormes esperanzas que su elección ha despertado, sobre todo en el tercer mundo.
El júbilo y la esperanza han hecho que medio mundo tenga en estos momentos puestos los ojos en el nuevo presidente, pero este se enfrenta a todo un cúmulo de problemas de difícil solución: el cambio climático, su propia crisis financiera, Irak, Iran, Afganistan, el conflicto Palestino-Israeli, la hambruna de una tercera parte del planeta…..
Pero aún siendo muchos los problemas que pueden afectar a Estados Unidos y a su futuro presidente, los que pueden llegar a afectarnos a nosotros, a España, pueden ser infinitamente peores.
Más tarde o más temprano, cuando el pueblo americano se ponga a funcionar, a fabricar, a crear riqueza, se convertirá otra vez en una fuerza irresistible; su industria y, sus recursos naturales son enormes y, por si fuera poco, la clase obrera y en general la población activa de aquel país funciona, y aquel que no funciona, es despachado en 24 horas con un simple “you are dismissed”.
Nada de eso podemos decir de España, nuestra dependencia del exterior, en energía, en innovación tecnológica, en investigación, nos llevan a remolque de los países más avanzados de Occidente. Francia, por poner un ejemplo, se autoabastece y exporta energía eléctrica con una red, la más grande de Europa, en la que sus centrales generadoras son nucleares en un 70%.
Las comparaciones negativas para nosotros son muchas: de entre todas ellas- el debate está en los medios públicos estos días- una de las más graves, es el bajo nivel de productividad de muchas de nuestras empresas.
Una de estas empresas, quizás la más importante, es la del sector del automóvil y la gravedad que representa su gradual paralización, para las arcas del Estado y, por ende, para la riqueza del país.
Veamos lo que genera en cascada el sector del automóvil: disminución de mano de obra en las fábricas; cierre de concesionarios; cierre de pequeñas y medianas empresas auxiliares que dependen de las fábricas; venta de combustibles; autoescuelas; gestorías, talleres de reparación; mercado y fabricación de motocicletas, vehículos de segunda mano, de dos y de cuatro ruedas; maquinaria agrícola; fabricación de baterías; compañías de seguros; transporte pesado( el 70% del transporte en en España se realiza por carretera); tasas por matriculaciones, obtención de permisos y gravámenes sobre cualquier gestión de Tráfico; ITV’s; fabricación y venta de neumáticos; talleres especializados de venta y montaje; caída espectacular de la publicidad cuyo cliente, uno de los más importantes, es el sector del automóvil……..
Todo esto y algo más que, sin querer seguramente omito, con ser malo no lo es tanto como el hecho de que, paralelamente, la situación produce un número de parados que, además de dejar de producir en sus centros de trabajo, engrosan cada día más las listas del desempleo y aumentan las retribuciones que nuestro sistema social establece por ley.
No sé si el remedio consiste en dotar a los bancos de ayudas en forma de millones; mis conocimientos sobre las altas finanzas son nulos, pero lo que sí sé, es que si este Gobierno no acude con urgencia en ayuda del sector del automóvil en España, a los tres millones de funcionarios encargados de los organismos del Estado y de las administraciones públicas, pronto les puede quedar muy poco que administrar.
Paco Costas