Aunque viene de lejos, la noticia de los esqueletos infantiles hallados en un convento católico en Tuan, condado de Galway, en Irlanda, ha vuelto a aparecer en los medios de comunicación.
Si no fuese por la gravedad de los hechos (se calcula que en las fosas han aparecido restos de 800 niños y se teme que en otros conventos ahora investigados podría haber otros 3.500 enterramientos también infantiles) lo sucedido traslada la imaginación a un escenario tenebroso digno de una novela de Humberto Eco.
Cielos grises y brumosos, el viento ululando agita las ramas de los árboles. Es noche cerrada, un alto muro de piedra impide ver desde fuera lo que sucede en aquel lugar de misterio regentado por religiosas, un grupo de ellas caminan en silencio portando antorchas por complicadas galerías excavadas bajo tierra, llevan el cuerpo sin vida de un recién nacido…
Niños nacidos de mujeres solteras llamadas inmorales, donde la Iglesia considera pecados mortales las tentaciones de la carne, y las pone a trabajar en régimen de esclavitud, después de arrebatarles el fruto de su pecado…
¿Quiénes son los padres de tanto recién nacido?
Los que fueren, seglares o religiosos, nunca se conocerán, la ciencia descubrió el ADN cien años más tarde.