Estos son los sentimientos que embargan a la gran mayoría de los españoles al contemplar el espectáculo que, casi a diario, nos ofrece la dialéctica navajera que los llamados padres de la patria protagonizan sin ningún pudor desde el templo que consagra nuestras libertades.
Cuando más urgente sería buscar la unidad para encontrar soluciones, todo lo que se escucha, lanzado de un lado a otro de la bancada, son insultos y gritos más propios de un patio de vecindad en busca de titulares, intereses partidistas o regionales.
¡Qué ha sido de aquellos españoles que, dejando aparcadas sus ideas políticas, fueron capaces de elaborar una Constitución que nos sacó de lo que podía haber sido el caos y el retorno al más turbulento pasado? ¿En que se parecen a ellos los políticos actuales? ¿Qué tienen que pensar los miles de españoles que madrugan para ganarse el sustento, cuando un día sí y otro también, la prensa denuncia a quienes menos podías imaginarte, robando sin el menor escrúpulo?
¡Qué mal ejemplo! Pero, cuidado, cuando un pueblo tan apasionado como el nuestro se cansa, puede pasar de todo y ahí está nuestro doliente pasado. Hasta hace muy pocos años vivíamos ajenos a los escándalos y seguro que también los ha habido, pero ahora, las nuevas tecnologías y la comunicación, nos permite conocer lo que ocurre en el país al instante y en el rincón más alejado.
Paco Costas