Hacía años que no daba una cabezada viendo un GP de F1, ¡Qué coñazo, señores!
Cuánto más lo pienso, más me afirmo en la idea de que Ron Dennis nos ha hecho polvo a todos los aficionados españoles. ¿Dónde están aquellas arrancadas fulgurantes del Renault con las que Alonso ponía en pie a media España? ¿Por qué este soberbio británico no tomó a su tiempo la decisión de subir a Pedro al segundo Mclaren en el invierno del 2007? ¿Qué les pasa a los ingenieros de Renault este año? ¿Será por dinero?
Queridos amigos que seguís estas páginas: después de muchos años, por primera vez, después de ver el decepcionante GP de Turquía, no sé que escribir. Ya, ya lo sé, grande Ferrari y muy bien merecido, pero después de las emociones de los últimos tres años, me siento, como si mi afición, como el agua que siempre busca su curso, de saliese poco a poco del recipiente.
Y, lo peor es que lo que me está pasando a mi, con ser grave, es mucho peor cuando compruebo, como esos aficionados que llenaban un local en Asturias para conducir con el corazón el coche de Alonso, ya están desertando. Yo lo intuía si no llegaban los éxitos, pero no por eso me quedo menos triste.
Quizás lo parece, pero no exagero. Después de muchos años en los que me costaba un triunfo meter alguna información en muchos de los medios en los que trabajé, sin que me hicieran caso, con Alonso, la F1 ya se había convertido en un deporte a nivel nacional y, en ocasiones, le disputaba la atención y las audiencias al sacrosanto fútbol. Un verdadero milagro, gracias al talento del español.
Ojala, que, aunque sea también un milagro, los hados nos vuelvan a permitir ver a Fernando arrastrar a tantos millones de españoles gracias a sus victorias. Que así sea.
Paco Costas