Reyes, magnates de la industria, deportista de élite, políticos, artistas, pugnaban por aparecer en una foto con él. Durante cuarenta años Bernie Ecclestone, controvertido y criticado por unos y alabado por otros, supo elevar a un deporte de minorías a unas alturas sólo comparables con el mundial de futbol y las olimpiadas. Ahora se va.
Conocí a Bernie Ecclestone durante los días previos al Gran Premio de España en el circuito de Jarama, en 1976. Mi enorme afición por este deporte, en aquella ocasión me permitió estar en la organización de la carrera.
Por aquellas fechas, los equipos se agrupaban como podían para trabajar en tiendas y en espacios divididos por unas cintas de plástico. Un mañana, no recuerdo quién fue, me llamó para que le sirviese de intérprete en una discusión que mantenía con Bernie por entonces propietario del equipo Brabham.
Cuando pude intervenir, el inglés me pidió, en un tono bastante airado, que le dijese a aquel señor que él no estaba dispuesto a soportar aquella afrenta; se refería al hecho de tener que pasar bajo aquella cinta de plástico cada que entraba o salía del espacio que ocupaba su equipo: “I am not going to tolerate this aggravation each time I have to go in and out”.
A lo largo de todos estos años – somos contemporáneos, Bernie 86 y yo 85 años- he tenido la ocasión de hablar con él, incluso recuerdo haberle hecho alguna entrevista en su mortorhome. Coincidiendo con el nacimiento de la que creo ha sido su última hija y una mía en el mismo año, este hombre duro en apariencia me enseñaba orgulloso la foto de la recién nacida.
De él se han dicho cosas como que formaba parte de la organización del famoso robo del tren de Glasgow, hasta que se probó que su relación con el robo se limitó a financiar unos trofeos a uno de los asaltantes amigo suyo de juventud, cuando salió de prisión.
Con respecto a su lujoso motorhome, he visto esperar durante horas a representantes políticos y a príncipes árabes que acudían con la pretensión de que su país fuese incluido en el calendario de la F1.
Las imposiciones impuestas por él cuando al fin se incluía a un país, iban desde la construcción de un circuito con un coste supermillonario. En algunos casos, se han admitido sus exigencias económicas en países gobernados por oligarcas, mientras el pueblo sobrevivía a duras penas.
Su capacidad decisoria, todo lo que se ha movido en la Fórmula 1 hasta el día de hoy, ha pasado por sus manos. Desde una pequeña oficina en las cercanías de Londres a la que tuve que ir muchas veces para comprarle material para mi serie Gran Prix, Bernie Ecclestone ha ganado una fortuna y ha logrado para los equipos, ingresos que jamás hubieran soñado cuando negociaban uno por uno con los organizadores de las carreras.
Duro en el trato y hombre de palabra creo que el secreto de esta inteligencia excepcional, ha sido saber jugar con la vanidad, el brillo y la leyenda heroica de este deporte hasta convertirlo en una auténtica feria de vanidades.
Ahora se va: creo que lo logrado por él sólo comparable al milagro de la multiplicación del pan y los peces, o con la historia del rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro.
Creo que la Fórmula 1, jamás volverá a ser lo mismo.