Cuando hablamos de prevención de accidentes y las causas que los motivan, siempre acudimos al dato contrastado de la intervención del factor humano y su comportamiento imprudente en el ochenta o el noventa por cien de los casos. Y así es efectivamente.
Pero sin soslayar la evidencia, no deberíamos limitarnos solamente a conductas incívicas, imprudentes o temerarias. Se sabe que el 93% de los muertos en carretera respetan las normas de la circulación, ¿qué es lo que falla entonces?
El manejo de un automóvil y el entorno en el que se mueve el tráfico actual, son parte de una actividad complicada. Para asimilar ambas cosas, se requiere un aprendizaje adecuado que, ni siquiera 45 horas de práctica en una autoescuela (éste sería el tiempo mínimo necesario para alcanzar una práctica aceptable), permiten dar respuesta a la conducción de una máquina tan compleja como el automóvil.
Los avances en técnicas para la ayuda de la conducción, han dotado a los vehículos fabricados en los últimos diez o doce años de sistemas que, si el conductor desconoce, pueden volverse contra él pensando que, al estar ahí, le blindan contra cualquier contingencia fortuita.
Los sistemas de frenada antibloqueo ABS, el ESP, o ASR, si no se han practicado de forma dinámica, no solamente resultan inútiles en la práctica sino que, su entrada en funcionamiento de forma automática e inteligente, pueden sorprender hasta el punto de agravar situaciones determinadas como es el caso del ABS, que, cuando el conductor tendría que seguir pisando el pedal del freno, lo suelta creyendo que lo que tiene es una avería.
Frenar en una emergencia al abordar una curva o esquivar un obstáculo, con o sin ABS, son dos mundos totalmente diferentes, y si esa diferencia no se conoce en la práctica, lo que es una medida de seguridad importante, puede acabar en una accidente.
Controlar un deslizamiento por falta de adherencia sobre un piso deslizante, requiere una mínima dosis de práctica que ninguna autoescuela está en disposición de poder enseñar con el sistema actual. Las escuelas de conducción dinámica avanzada son, en la práctica, circuitos en los que únicamente pueden impartirse esas técnicas exentas de riesgos y con total seguridad.
En España ya existen centros solventes en los que, aquellos que tengan interés por practicar técnicas de conducción actuales pensando en su propia seguridad, pueden hacerlo por un coste razonable si se compara con la experiencia que proporciona.
Me sorprende que, en los sistemas de reciclaje previstos con el nuevo carné por puntos, sólo estén contemplados cursos teóricos sobre la seguridad vial diseñados por técnicos teóricos, en la creencia de que un tratamiento psicológico y unas horas en un aula, junto con el arrepentimiento y la multa, en la práctica, dan mejor resultado que conducir de forma segura y eficaz.
Por otra parte, la religión actual en materia de medio ambiente, exagerada en muchos casos, impide que muchos ayuntamientos españoles autoricen terrenos para crear nuevas escuelas, mientras la geografía española sufre cada día más el abordaje de nuevas construcciones en lugares de dudosa legalidad.