Hace ahora un par de años que escribí este artículo. Ahora, cuando la DGT deja en manos de los ayuntamientos la decisión de emplear el mismo criterio sancionador del carné por puntos, me pregunto si algo ha cambiado. ¿Pesará más la seguridad de los ciudadanos que la suma de unos cuantos votos?
Primero hay que convencerles a ellos
Hace ahora aproximadamente un año, asistí a unas jornadas que, sobre seguridad vial, organizaba Tráfico en Madrid. En algún momento del acto, un alcalde, “de cuyo nombre no debo acordarme”, recibía un premio por la que debía ser conducta ejemplar de su policía y de sus conciudadanos en materia de tráfico.
Cuando llegó el turno de preguntas, ya casi al final, le pregunté -confieso que con bastante mala intención-, si podía dar una cifra de sanciones impuestas por los agentes de su ciudad por no llevar sus convecinos el cinturón trasero puesto. Se produjo entonces un ominoso silencio en la sala, y después de dedicarme un sonrisa asesina, se salió por la tangente aduciendo razones de incomodidad para los usuarios y reconociendo que imponer estas medidas era políticamente impopular.
No quise seguir poniéndole en apuros, le di las gracias, y me quedé pensando… ¿Creen éste y otros centenares de alcaldes, los agentes bajo su mando y la propia Guardia Civil de Tráfico, que el cinturón de seguridad trasero sirve para algo?
Mucho me temo que no. Y, sin embargo, aquel alcalde y todos los demás responsables de mantener el orden que he mencionado, saben que su uso obligatorio está en la ley y que, por lo tanto, los que no lo sancionan la quebrantan con mayor responsabilidad que los usuarios de los vehículos.
Cuando viajamos en un vehículo, lo hacemos a misma velocidad que éste, si se produce una colisión frontal y una deceleración instantánea, los pasajeros y todos los objetos sueltos en su interior se desplazan hacia delante convirtiéndose en proyectiles con una fuerza letal, y son los pasajeros de los asientos traseros los que producen graves lesiones a los que ocupan en ese momento los asientos delanteros.
En un choque contra un árbol a 50 km/h, un niño que pese 20 kilos, golpearía el parabrisas con una fuerza superior a una tonelada.
Estoy seguro de que son centenares los alcaldes españoles y muchos policías, los que, ni siquiera lo saben, ni se han parado alguna vez a pensar en ello.