La vista, el oído, los placeres de la mesa, salvo afortunadas excepciones, desaparecen paulatinamente a medida que entramos en el triste periodo de la vejez.
Los problemas de la vista están resueltos en parte por nuestra Seguridad Social, sin duda, una de la mejores de Occidente. El oído, los placeres de la mesa que afectan a la perdida dental, están en manos de una industria que cada día arroja mayores dividendos a costa de los que llegamos a viejos.
Protésicos dentales y de audición, con precios inasumibles, están haciendo su agosto así como la industria farmacéutica, con toda una variedad de soluciones milagrosas que, como el bálsamo de Fierabrás, nos transforman en apuestos jóvenes y nos alargan lo inevitable.
Tener una dentadura que nos permita comer cualquier alimento y una audición que nos evite peligros en el tráfico y nos proporcione el placer de hablar y escuchar sin torturar a quienes nos rodean, tiene remedio si el, Estado, y los que ahora se postulan para gobernar el país prometiéndonos paraísos, toman el toro por los cuernos incluyendo la financiación de estos remedios en la Seguridad Social.
Hacer llevaderos los últimos años de los que en su día desbrozaron el camino que ahora transitamos, es un deber moral de los que ahora nos administran.
Paco Costas