No existe en el mundo una sola actividad de riesgo en la que, el casco para proteger nuestras cabezas, no sea haya convertido en la medida de seguridad más versátil y eficaz.
Bomberos, ciclistas, practicantes del Rafting, de la pelota vasca, el ejército, los trabajadores de la construcción, los pilotos de carreras y de combate, los jugadores de Jockey, los esquiadores, los jinetes……Todos utilizan un casco, y, por supuesto, los motoristas conscientes.
En cualquiera de las actividades descritas, cuando se produce un accidente, invariablemente, es la cabeza la que, en un setenta por ciento de los casos, recibe las lesiones más graves. En el caso de los motoristas, se sabe que, nada menos que el setenta y cinco por ciento de las muertes por accidente, se producen por lesiones cerebrales graves.
Es cierto que los enormes fallos en las infraestructuras, los guarda raíles, también provocan lesiones muy graves, sobre todo, debidas a traumáticas amputaciones, pero por muy terrible y denunciable que resulten estos fallos y falta de previsión del Ministerio de Fomento, el “hit parade” de los fallecimientos de los motoristas y motociclistas por accidentes, los causa la ausencia del casco.
Es compresible, aunque estúpido, que algunos motoristas que invierten una fortuna en una moto espectacular, aprovechen en ocasiones trayectos cortos para, con el casco en el brazo, dejarse ver y, según sus cuentas, ser admirados. Lo mismo ocurre con los chavales que, sobre un ciclomotor, consideran que un pequeño trayecto no encierra ningún riesgo, en la falsa creencia de que a poca velocidad las caídas tienen poca importancia.
Cuando alguno de estos insensatos sale violentamente despedido, al golpearse, la contundencia con la que recibe el impacto es la de su propio peso elevado al cuadrado, y cincuenta kilómetros por hora, es velocidad suficiente para que su cuerpo se convierta en un proyectil descontrolado.
Resulta verdaderamente patético comprobar como, en muchas ciudades del sur de España, se ha establecido la incompresible costumbre de ir en moto con uno de esos cascos que emplean los jinetes, cuya protección no sirve absolutamente para nada en caso de accidente, y los más preocupante es que, son los propios guardias municipales los que toleran este sistema y el que muchos circulen sin casco alguno.
¿Acaso la seguridad tiene algo que ver con las latitudes, y cuanto más nos acercamos al sur, existe menos conciencia de la seguridad? Mientras Barcelona es el paradigma del motorista circulando con casco, e incluso Madrid y otras ciudades, en la actualidad, en muchas del sur, y lamento reseñarlo, el desprecio a los cascos y a su necesaria utilización es casi generalizado.
Paco Costas