La profundidad del dibujo de los neumáticos está directamente ligada a la adherencia y a la seguridad dinámica de un automóvil.
Si como es lógico pensar, la adherencia, entre otras cosas, aumenta cuanto mayor sea la superficie de contacto de la banda de rodadura del neumático, lo primero que resultaría lógico es que ésta fuese totalmente lisa, con el fin de aprovechar al máximo su contacto con el suelo.
Vemos como, en las competiciones automovilísticas, los equipos disponen de diferentes juegos de neumáticos según sea la superficie de la pista: seca, húmeda, o con lluvia abundante.
Hasta hace unos años, los neumáticos de la Fórmula 1 llegaron a tener una achura de la banda de rodadura muy superior a los actuales. De esta forma, cuando la pista estaba totalmente seca, la banda de rodadura era completamente lisa y carente de dibujo. Esto permitía aprovechar en su totalidad el contacto del neumático con el asfalto y, por tanto, la adherencia.
Con este tipo de neumáticos, las velocidades al paso por curva aumentaban de forma peligrosa.
Con el fin de controlar la velocidad y la seguridad, los monoplazas fueron obligados a montar neumáticos con dibujo que, según el estado de la pista, seca, húmeda o encharcada, aumentaba la cantidad de dibujo y su profundidad para evitar patinazos o el peligroso fenómeno hidroneumático del aquaplaning.
El aquaplaning aparece cuando, sobre un charco suficientemente profundo, se establece una película de agua entre el neumático y la pista y éste se comporta igual que una piedra lisa lanzada sobre la superficie de un estanque o de un lago. Como el agua nos es compresible, la piedra rebota rechazada por ésta. En el caso de cualquier automóvil, al perder el neumático su contacto con el asfalto, se descontrola y no responde a las órdenes del conductor, cuando frena o gira en una curva.
Otro buen ejemplo podemos verlo en las motos de competición donde, la banda de rodadura central e incluso una buena parte de la lateral, son completamente lisas, lo que les permite esas “tumbadas” con un grado de inclinación espectacular.
Sin embargo, cuando montan neumáticos de lluvia, llevan unos canales en el sentido opuesto a la marcha con el fin de desalojar la mayor cantidad de agua posible.
En un turismo convencional, dependiendo de la velocidad y de la profundidad del charco, un neumático con buen dibujo puede desalojar algo más de cuatro litros de agua por segundo. En un fórmula uno, esa estela de agua que van dejando tras de sí, puede llegar a los cuarenta litros.
¡Atención a los neumáticos, su dibujo y su presión! Con agua, ¡Cuidado con el peligroso aquaplaning!
Paco Costas