Si para hacer trampas hacen falta pelotas, no cabe duda, Hamilton demostró en Spa, que le sobran.
Pero, ¿quién le ha dicho a este insolente recién llegado que conducir en los límites un Fórmual 1, es cuestión de pelotas? ¿Desde cuándo, el talento y esas décimas de segundo que distinguen a un piloto de los demás sobre un mismo recorrido, tiene algo que ver con sus genitales? ¿Cómo puede un deportista humillar a otro en una profesión tan arriesgada, tildándole de cobarde? ¿Es qué no fue suficiente con hacerle perder un GP que tenía prácticamente ganado?
Aun reconociendo que se trata de un piloto excepcional, nunca me cayeron bien ni él ni su entrometido papá. Ya sé que no debo confesar como periodista esta opinión de forma pública, pero lo que ambos vienen demostrando desde su aparición en la F1, es, un exceso de prepotencia y, quién sabe, si algo más que tiene mucho que ver con ese sentimiento vindicativo, ya superado, por diferencias del color de la piel.
En cualquier caso, su respuesta, al verse criticado por su maniobra en la chicane de Spa, dice muy poco de su calidad como individuo, no importa cual sea su color.
No sé si este joven genio del volante llegará algún día a formar parte de es restringido número de grandes campeones: Nuvolari, Fangio, Villeneuve, Moss, Senna, Prost, Schumacher,…..probablemente si; de lo que ya no estoy tan seguro, es de que llegue a ser recordado con el respeto y la admiración con que todos ellos permanecen en la memoria de todo buen aficionado.
Paco Costas