Cuando leí el titular no quería creérmelo. Cuando leo la noticia dos veces no se me ocurren buenas cosas acerca de Randy Evans y su acompañante, Paula Lewis. La pareja de Tennesee (Estados Unidos) se había acercado hasta un bar, Randy se bebió 15 cervezas y algunos licores, Paula estaba consumiendo pastillas psicotrópicas. ¿Y qué pasa si has ido al bar sobre ruedas y te apetece volver a casa? Muy sencillo, manda conducir al mayor de los tres niños que te acompañan, de 10 años.
Esta temeridad, fruto de la ingesta de sustancias que alteran el juicio, terminó en un aparatoso accidente en la autopista. El niño apenas llegaba a los pedales, y a 90 mph (144 km/h) perdió el control del monovolúmen en el que viajaban, un Ford Windstar, volcando sobre el techo. La intervención de policía y servicios de emergencia fue rápida y afortunadamente nadie sufrió más que heridas leves en el siniestro.
Tras el accidente y una ingesta compulsiva de pastillas por parte de la mujer, la pareja es trasladada a una comisaría, donde son interrogados y se toma la foto de la portada al padre. El mensaje de su camiseta no es la mejor coartada en su estado ebrio: “Buy this dad a beer” – “Comprad a este padre una cerveza” -. Ejemplar, muy ejemplar.
A uno se le ponen los pelos de punta sabiendo que algo así ha sucedido. Como es lógico, la pareja de adultos ha sido puesta a disposición judicial, se les imputan hasta 7 delitos y se enfrentan a multas de más de 50.000$ cada uno. Los tres niños han sido acogidos bajo el paraguas del Estado, quién ha retirado la tutela a sus progenitores.