Cuando se le pregunta, General Motors sigue diciendo que su plan es dejar tras de sí una Saab independiente, pero al paso que vamos, lo único que va a quedar del fabricante sueco es un reluciente esqueleto, como esos inmaculados restos que todavía se encuentran en algunas abandonadas ciudades balleneras en el Norte de Europa. Todo esto viene a que General Motors ha intentado quitarse el muerto de encima pasando la factura de mantenimiento de Saab al gobierno sueco, que ha respondido con un rotundo no.
Tal y como están las cosas, la actual administración sueca se niega en redondo a conceder la inyección económica solicitada por General Motors para su filial, cuya responsabilidad, parafraseando a la Ministra de Industria Maud Olofsson, está siendo pasada a los contribuyentes. Aún así, existe la posibilidad de que el fabricante pueda recibir un préstamo de 5.000 millones de coronas (450 millones de euros/566 millones de dólares), concedido por el Banco Europeo de Inversiones con el aval de Suecia.
Tras años de pérdidas continuadas y una clientela que poco a poco está pasando de minoritaria a anecdótica, es comprensible que el gobierno sueco quiera desentenderse de capitanear un barco con la cantidad de agujeros que tiene Saab. Su única salida, por tanto, será encontrar un comprador lo antes posible. Veremos si antes no llega la ya casi inevitable declaración de bancarrota.