Sinceramente, cuando Michael Schumacher ya estaba en sus últimos años de éxito, un servidor pensó que la era «alemana» en la F1 había llegado a su fin. Parecía complicado que volviera a aparecer un genio germano del volante al que se alinearan los astros para montarse en un coche muy competitivo y vencer con autoridad campeonatos como si fueran partidas de parchís con el dado trucado. Pero me equivoqué.
Sebastien Vettel es el nuevo rey de los bicampeones de F1. Lo ha logrado antes que nadie, siendo más joven que ningún otro, y con una progresión digna de los mejores campeones. Lo sé, habrá quien cuestione su calidad, y quien acuda al rendimiento de su coche como «excusa» para rebajar su categoría. Pero ciñámonos a los hechos.
Este chaval logró ganar una carrera con un Toro Rosso en medio de una riada, saliendo desde la pole, algo que nunca antes se había visto en la escudería de Faenza. Ascendió a la primera escuadra de Red Bull y sometió casi instantáneamente a su rápido compañero Webber, famoso hasta la fecha por su capacidad para calificar bien el coche. Y desde que está luchando con los mejores ha aprendido y mucho.
Sus primeros pasos en Red Bull serán recordados por sus errores, sus nervios todavía no templados, y sus encontronazos con Webber. De hecho, el año pasado casi le cuestan el campeonato, y el anterior no tuvieron margen para plantar cara al meteórico Brawn.
Cierto, sin el coche de Newey, montado en un Ferrari o en un Mercedes, es probable que Vettel no fuera bicampeón del mundo, pero si miramos los últimos tiempos de la F1, os será muy difícil encontrar a un piloto que haya ganado un mundial con un coche claramente peor que el de los demás. Como mucho habrá habido lugar a una igualdad, a una lucha, entre dos equipos. Pero en la F1 ganar con un coche malo no es posible ni viable.
Por eso también la suerte cuenta. La suerte, y el conocimiento, para encontrarte en el equipo adecuado, con los ingenieros adecuados, en el momento justo.
Si todo se redujera al coche, Webber debería ahora mismo estar en el segundo lugar de la tabla del campeonato, y no lo está.
Pero aún con todo, hemos de ver las cosas como son. Lo sé, creo que cuesta un poco por nuestra condición latina, que siempre busca venerar al líder y olvidarse del equipo que hay detrás. El éxito de Vettel no es el éxito de un individuo, es el éxito del piloto, del equipo de carrera, del equipo de ingenieros, de los que ponen la pasta, del motor Renault… De muchos más factores que la cara victoriosa.
De momento ya es bicampeón antes que nadie. Sólo la capacidad de reacción de otros equipos de ingenieros puede poner en duda la supremacía Red Bull para el próximo año, y en caso contrario habrá que esperar al bestial cambio reglamentario de los motores V6.
Entre tanto, nuestra enhorabuena a Sebastien Vettel, y sus dos títulos mundiales.