Cuando realizamos un viaje sin haber planificado hasta el más mínimo detalle, puede pasarnos que sea precisamente ese pequeño detalle que hemos pasado por alto, el que falle en el momento más inoportuno.
Unos días antes del viaje es conveniente llevar el coche a una revisión -no conviene esperar al último momento, cuando los talleres están saturados y no pueden materialmente atendernos-.
Podemos ir a nuestro taller de confianza o a cualquier taller profesional económico.
Si el coche tiene pocos kilómetros, no presenta ningún problema y hemos acudido a tiempo a las revisiones que indica el fabricante, la revisión para el viaje la podemos hacer nosotros mismos, empezando por los neumáticos. Una simple ojeada sirve para conocer su estado: la profundidad del dibujo que nunca debe ser de menos de 1,6 milímetros de profundidad que marca la norma, pero si ya han alcanzado ese punto antes de emprender el viaje, cámbielos inmediatamente y sin dudarlo.
Si sólo son dos los que necesitan el cambio, ordene que le pongan los nuevos en el eje trasero y mande que le equilibren los cuatro. Observe el desgaste de los que va a reponer. Si el desgaste se ha producido en mayor medida en los bordes de la banda de rodadura es porque han estado rodando bajos de presión; si el desgaste es visible en el centro, es que los ha llevado muy inflados. Si el desgaste se ha producido por la parte interior de la banda de rodadura, es que la dirección está desajustada y tiene una caída negativa, si es al contrario, el desgaste se observa en la parte exterior, tiene una caída positiva excesiva. En este caso tiene que llevar el coche al taller para que le alineen la dirección y, en algunos modelos, las ruedas del eje trasero.
También es conveniente observar los flancos de los neumáticos. La banda de rodadura y el dibujo pueden estar impecables, pero los flacos a veces pueden presentar cortes visibles o deterioros causados en los aparcamientos, contra los bordillos.
El día antes de emprender el viaje, cuando los neumáticos estén fríos, acuda a una estación de servicio a la que esté acostumbrado a ir, y ponga los neumáticos a presión de acuerdo con las instrucciones del fabricante, pero si calcula que va a llevar más carga de la habitual, ínflelos un par de atmósferas por encima. Recuerde que los neumáticos con presiones distintas, unos con más aire que otros, además de alterar seriamente el comportamiento dinámico, sobre todo en curvas, pueden sufrir un reventón por causa de las altas temperaturas del asfalto. No olvide que los tapones de válvula son necesarios y no están de adorno. Infle el neumático de recambio con medio kilo de más; éste debe ser siempre el que se encuentre en el mejor estado.
Después de ocuparnos de los neumáticos, “alma mater” de la seguridad de marcha, los frenos son el siguiente paso. ¿Ha bajado el pedal? ¿Parece que le falta líquido? A lo mejor no es esa la causa, fíjese o mande que le vean en qué estado están las pastillas del freno y no trate de ahorrar creyendo que “todavía aguantan”. Si el desgaste definitivo se produce durante el viaje, además de que el coche frenará peor, al friccionar hiero contra hierro por falta de material, destrozará los discos y, estos, casi siempre “cuestan un riñón”.
Todos los consejos proporcionados en este artículo son igual de útiles tanto antes como después de emprender un viaje largo, es decir, después de unos cuantos miles de kilómetros por ejemplo en vacaciones, al regreso a nuestra casa, de nuevo se deben revisar todos los puntos mencionados.
Por ello una revisión tras las vacaciones es fundamental y pocas veces ser realiza.
Seguimos con puntos importantes y fundamentales a revisar.
Si el aceite del motor está a punto de cumplir su kilometraje habitual, anticipe el cambio, comenzar un viaje sabiendo que se ha renovado la “sangre” en las venas del motor, da mucha confianza. El aceite del motor no es sólo una forma de mantenerlo lubricado, también juega un papel importantísimo en su refrigeración. Le recomiendo el empleo de aceite sintético para el motor por su mayor duración y amplio índice de viscosidad. Para comprobar los niveles de aceite es preciso que el coche esté sobre una superficie llana. Para la comprobación del líquido de un cambio automático, eche firmemente el freno de mano y ponga la palanca en la posición “P” (estacionamiento), ponga en marcha el motor y déjelo funcionar al ralentí durante unos minutos. Pise el pedal del freno y pase la palanca por todas sus posiciones para que se cebe bien el sistema. Ponga de nuevo la palanca en la posición “P”, saque la varilla y límpiela con un trapo sin dejar hilachas o suciedad, introdúzcala inmediatamente y compruebe el nivel en las muescas de mínimo y máximo que tiene igual que las del aceite del motor.
Los líquidos del freno, refrigerante, limpia-lava parabrisas y aceite de la dirección asistida también han de ser revisados antes y después de un viaje.
Y por supuesto no olvide comprobar todas las luces y el estado de las escobillas del limpiaparabrisas; siempre nos acordamos de santa Bárbara cuando empieza a llover.
Compruebe que lleva las herramientas necesarias para cambiar un neumático: llave de ruedas, gato, etc. Recuerde que hay que llevar un juego de triángulos de posicionamiento y un chaleco reflectante si se detiene por alguna circunstancia en la vía. Si tiene que detenerse en una emergencia, hágalo los más alejado de la calzada que sea posible y señale su posición con los triángulos. En una autopista sólo hay que colocar uno por detrás del vehículo a unos 50 metros aproximadamente. Si la vía es de circulación en ambos sentidos, hay que colocar los dos triángulos, uno por delante y otro por la parte de atrás a la distancia indicada. Es aconsejable llevar, al menos, un juego de bombillas y no es mala idea llevar una botella de refrigerante y aceite si aún queda sitio.
Una vez cumplidas todas las recomendaciones, no olvide que el aumento y la mala distribución de la carga pueden alterar el comportamiento del vehículo de forma peligrosa al abordar curvas y sobre todo al frenar.
También tenga presente que, en el propio viaje la falta de descanso o la deshidratación es el peor enemigo de uno mismo.
El cuerpo humano está compuesto, en más de un 70%, por líquidos. Si descienden los niveles de hidratación y de glucosa (el combustible del cerebro), la capacidad de atención y el tiempo de respuesta ante determinadas situaciones de la conducción se ven afectadas.
Otra previsión que no hay que dejar para la última hora, es la de llenar el depósito la noche anterior y, durante el viaje, sobre todo si se hace en el invierno; no hay que esperar a que esté a la mitad para llenarlo de nuevo. Si nos quedamos sin combustible en un atasco en cualquier estación del año, hacemos que aumente el caos circulatorio, impidiendo el avance de otros vehículos, y si nos ocurre en el verano, deja de funcionar el aire acondicionado y, en el invierno, la calefacción.
No olvide llevar la documentación y la póliza del seguro.