Parece como si una maldición bíblica hubiese caído sobre uno de los circuitos de competición del motor más bonitos y técnicos que conozco.
He tenido ocasión de constatar en numerosas ocasiones, las preferencias de pilotos, ingenieros, mecánicos y equipos, por celebrar allí competiciones; no sólo por el circuito, sino por la belleza que lo rodea y el encanto de una de las provincias más bellas de Andalucía, envidia de toda Europa.
Desde su nacimiento en 1986, impulsado por el entonces alcalde de la ciudad, Pedro Pacheco, su coste ya generó las primeras polémicas, pero su empeño por atraer los Grandes Premios de Fórmula 1 como promoción impagable de la ciudad gaditana, dio su fruto y, a la fecha de hoy, han sido siete los allí celebrados y donde, además, tienen lugar todos los años, los entrenamientos oficiales previos a la temporada.
Además de otra clase pruebas, el auténtico bombazo que transforma la ciudad una vez al año, es el mundial de motorismo con una afluencia de dinero y de aficionados cuyo número no tiene comparación con ninguna otra carrera del calendario.
Pero desgraciadamente su historia se ha visto en todo momento enturbiada por la sombra de la corrupción de sus gestores y la acumulación de deudas millonarias, sin que los indicios hayan arrojado hasta el momento pruebas concluyentes, gracias a una especie de Omertá y silencio que parece inexplicable.
Es ahora, por primera vez, que la denuncia de tantas tropelías está tomando forma de acusación formal de la que, difícilmente van a librase, administradores, ediles y el propio gobierno comunitario.
Paco Costas
Director de la Escuela de Formación y Seguridad Vial del Comisariado Europeo del Automóvil (CEA) en el Circuito de jerez, entre los años 2011 y 2013