Los conductores españoles reconocen que dejan de conducir antes por molestias físicas que por molestias psicológicas.
Las enfermedades mentales y las lesiones por accidente de tráfico constituirán los dos principales problemas de salud de la población mundial en el primer cuarto del siglo XXI, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En España puede haber seis millones de personas que sufren depresión (10 al 15% de la población), la mitad de ellos sin diagnosticar. En el caso del estrés, se calcula que afecta igualmente al 10% de la población española y que en unos diez años se convertirá en la primera causa de incapacidad laboral.
El 76,9% de los conductores conduce bajo estados de estrés, el 21,9% bajo estados de depresión y el 11,2% bajo estados de ansiedad.
El estrés modula en buena medida la forma de conducir de las personas y es la causa de un número considerable de accidentes. Puede tener efectos negativos en el conductor generando mayores niveles de hostilidad, de agresividad y de comportamientos competitivos y provocadores, mayor impaciencia y mayor tendencia a aumentar la velocidad y saltarse las señales y normas de tráfico, menor capacidad de anticipación y valoración del riesgo, menor concentración, y mayor tendencia a tomar decisiones arriesgadas y cometer imprudencias, sin olvidar el efecto negativo que tiene el uso incontrolado de fármacos, alcohol u otras sustancias que se pueden utilizar para reducir la ansiedad.
La misma situación se plantea con su tratamiento farmacológico, Y es que un 15% de conductores reconoce estar medicándose para tratar la depresión, la ansiedad, los trastornos del sueño o para relajarse o dormir. Se trata de un dato muy relevante dadas las grandes repercusiones que los efectos secundarios de estos fármacos tienen para la conducción.
Se ha comprobado que entre el 5 y el 10% de los casos, los fallecidos o heridos en accidente de tráfico, habían consumido algún tipo de medicamento con efecto psicoactivo.
Además, el 44% de conductores españoles que se han encontrado indispuestos para conducir alguna vez, el 37,5 % ha seguido conduciendo y el 62,5% no ha seguido conduciendo.
Existe un colectivo de conductores españoles (aproximadamente la mitad de la población) que es consciente del peligro y que reconoce, `desde la experiencia`, que la conducción se deteriora si perciben que no está en condiciones de salud óptimas, pero que la necesidad imperiosa de cumplir obligaciones laborales y/o personales puede llevarles a conducir aun cuando piensen que no están en condiciones para ello.
El cansancio, el alcohol, las emociones negativas (preocupaciones), el sueño, los dolores de cabeza y los resfriados o gripes son las causas que más afectan la conducción para el 78% de los conductores españoles. En el caso del estrés, la ansiedad y la depresión son razones planteadas únicamente por el 4,8% de los entrevistados.
Estos resultados ponen de manifiesto que los conductores son mucho más conscientes del efecto del alcohol, drogas y fármacos sobre la conducción, pero carecen de información sobre el deterioro cognitivo, psicológico y motor de muchas alteraciones psicofísicas que, evidentemente, afectan de modo negativo la conducción.