El índice de adherencia de un neumático convencional sobre hielo, es cero. Si embargo, conducir sobre hielo es posible si tomamos ciertas precauciones. El hielo siempre se presenta de dos formas distintas: la clásica placa traicionera que nos coge por sorpresa, o el tramo helado continuo y visible en todo momento. En el primer supuesto, el conductor debe agudizar su capacidad de observación y mantener en todo momento una velocidad que le permita abordar la dificultad sin sobresaltarse, con el fin de aplicar la única técnica posible.
Cuando, con luz diurna, el firme de la carretera está aparentemente seco después de una noche de bajas temperaturas, es más que posible que encontremos placas de hielo en tramos en sombra, por la presencia de vegetación, o de taludes de la carretera. También, cuando cruzamos un viaducto, un puente o la canalización de un río o un simple arroyo, es muy posible que la temperatura del agua acumulada sobre el asfalto se convierta en hielo.
Si anticipamos su presencia, siempre que llevemos una velocidad moderada, el único recurso, y no siempre funciona, consiste en mantener una aceleración suave, no tocar el pedal del freno aunque sintamos pánico, tratar de atravesar la placa lo más en línea recta posible, y si notamos que el coche comienza a deslizarse, pisaremos el embrague a fondo, mientras con movimientos del volante, aún con las ruedas delanteras cruzadas, podremos la vista lo más lejos posible dirigiendo el vehículo hacia la posible salida, evitando, aunque el miedo nos impulse a hacerlo, dar violentos giros del volante.
Si el vehículo lleva ESP, control de estabilidad en curva, debemos hacer que nos lo desconecten. El ESP, detecta cuando el vehículo se dirige hacia un obstáculo y una trayectoria no deseada por el conductor, y para corregir la trayectoria, frena bruscamente un neumático trasero o delantero, según sea la dirección necesaria para superar el obstáculo o la posible salida de la vía. Sobre hielo, es obvio que este cambio brusco ajeno a la voluntad del conductor, arrojaría el vehículo fuera de la vía. En la práctica también se necesita un poco de suerte.
Cuando la capa de hielo es visible, compacta y continuada, el vehículo no avanzaría ni una docena de metros sin que perdamos su control. No hay otra solución que el empleo inmediato de cadenas, reducir la velocidad manteniendo una aceleración suave y constante, no tocar el freno y, mantener la distancia de seguridad de forma que, si nos vemos en la necesidad de detener el vehículo, la solución única posible consiste en mantener el embrague pisado, no hacer un solo movimiento brusco con el volante, y las cadenas se encargarán de detener el vehículo. Pero, ¡atención! la capacidad de adherencia lateral de las cadenas es precaria, por tanto, en curva, si no circulamos con prudencia, también pueden darnos un buen susto.
Como final. El hielo es, con la niebla, el coco de cualquier conductor por experto que éste se considere. En condiciones como las que estamos viviendo el trafico en estos días, lo mejor, si no es absolutamente necesario, es quedarse en casa. Cada vez que veo a un padre de familia empeñarse en llevar a sus hijos a ver o jugar con la nieve, me pregunto si esto no es la mejor manera de quedarse tirado o de estorbar el tráfico por imprudencia.
Paco Costas