Ni la época ni las razones de Lutero para denunciar los vicios de la Iglesia Católica de entonces tienen nada que ver, ni con la España de Carlos V ni con la España actual. Tanto han cambiado las cosas que el Papa Francisco parece que pretende rehabilitar la memoria de “El peor hereje que ha existido”.
Ahora la corrupción de nuestra sociedad no se basa en la venta de indulgencias como sucedía entonces, ahora el problema está localizado en los centeneras de políticos, empresarios, y una interminable cadena de corruptos y sinvergüenzas que, creyendo que el poder les eximiría de toda denuncia, se han dedicado a expoliar a los españoles en beneficio propio.
Tampoco es posible, afortunadamente, que un imaginario Lutero fije una lista de vicios y delitos a la puerta del Congreso de los diputados como hizo el fraile alemán a la puerta del palacio de Wutemberg en 1517; o como hizo Jesús de Galilea expulsando a los mercaderes del templo, nuestras leyes lo impiden.
Pero lo que sí es posible, es que a la Justicia no le tiemble el pulso y denuncie a los ladrones, los juzgue con arreglo a derecho y los encarcele si lo merecen para que, en el futuro, se palpen la ropa antes de meter la mano en la caja de todos los españoles.
A estas alturas resulta evidente que tenemos un problema muy grave con la corrupción. Algo habrá que hacer, con la ley y la democracia en la mano.