Hace ahora algunos años, tuve la inmensa fortuna de conducir un turismo en el legendario circuito oval norteamericano.
Lo primero que piensas, cuando ves la pista de cuatro kilómetros, es que se trata de un rectángulo en el que las cuatro esquinas son curvas con un suave peralte y, por tanto, no deben plantear ningún problema. Pero en la práctica está muy lejos de ser así.
Ninguna de las cuatro son iguales y las trazadas cambian de forma notable.
Mientras conducía a poca velocidad en comparación a los más de 350 kms/h que conducen los profesionales, no podía dejar de pensar en el valor, y sobre todo la fuerza mental, que hay que tener para mantener la concentración sin cometer un solo error durante un recorrido de 500 millas.
Las fuerzas G (aceleración de la gravedad) a las que están sometidos al tomar las curvas, acelerar o frenar a esas velocidades, son brutales.
El paso que va a dar Fernando Alonso, en mi opinión, tiene un gran mérito y requiere al mismo tiempo tanto valor que, el sólo hecho de participar, ya demuestra la inmensa afición de nuestro compatriota que, a los 34 años, en posesión de una fortuna y dos títulos mundiales en la cúspide del deporte mundial del motor, ya no necesita probar nada.
Por otra parte, y eso seguramente lo ha tenido en cuenta – al menos así lo espero-, es que el Mclaren-Honda no parece que esté pasando por su mejor momento.
En todo caso, y así lo deseo, Fernando Alonso hará, sin duda, un gran papel.