Treinta y cinco años plenos de fuerza y de salud; al menos treinta compitiendo desde su infancia: viajes, madrugones, sacrificios de sus padres por abrirle camino hasta alcanzar por dos veces el mundial en la difícil Fórmula 1, Alonso ya no tiene casi nada que demostrar.
¿Qué tendrá Fernando Alonso para ser el mejor pagado aún sin ganar carreras?
¿Lo pidió, o no le llamaron de Mercedes? Qué más le da. No hay un solo aficionado, incluidos sus propios compañeros, que no le respete y le considere el mejor piloto de la parrilla.
Estos días, cuando solo faltan un par de semanas para que se desvele si el nuevo Mclaren, tiene opciones, Alonso, fiel a su compromiso, se esfuerza en hacernos creer lo que posiblemente ni él mismo cree, porque sabe que en La Fórmula uno no existen los milagros. Si como me temo éste año no consigue su tercer campeonato, si se lo propone, también sabe que cualquier equipo en Europa o en América le ofrecería una fortuna y un coche ganador.
Si las cosas suceden así, al finalizar su contrato con Mclaren, yo, en su lugar, le echaría una mirada al saldo de mi banco, pensaría en el maravilloso futuro que le aguarda en plena juventud, y seguiría el camino de Nico Rosberg.