El insulto, la blasfemia, la agresión y falta de respeto a las instituciones y a los símbolos, lo soez y barriobajero de las expresiones de algunos personajes públicos, la basura que cada día aparece en las redes, las peleas brutales y los abusos grabados en vídeo por sus autores, se están convirtiendo en un cáncer con metástasis en la sociedad española.
No creo que en la Europa democrática exista un sistema penal más garantista que el español. Hemos pasado del ricino, el pelado al cero y las palizas en la Dirección de Seguridad de la Puerta del Sol de un régimen policíaco y una judicatura de Lo Social, a contemplar como los policías permanecen en los juzgados después de detener a un delincuente y éste sale a la calle en libertad sin cargos a la espera de un juicio a largo plazo.
Hemos convertido la libertad de expresión durante tantos años deseada por los que vivimos aquellos años terribles, en un libertinaje intolerable. Ya lo dijo una aristócrata francesa antes de subir al cadalso: “Libertad, cuantas injusticias se cometen en tu nombre”