Estamos asistiendo a unos planteamientos y a una política de prevención e información sobre los accidentes de tráfico que, en mi opinión, no contempla un futuro halagüeño para la seguridad vial en España.
Como si de una quiniela o de un marcador simultáneo se tratara, las informaciones que nos llegan desde la DGT y que todos los medios de comunicación repiten hasta la saciedad cada fin de semana, mucho me temo que están produciendo el efecto de una adivinanza en la que, las cifras, con respecto a días y fechas pretéritas, tratan de convencernos, cuando arrojan un saldo favorable, de que las medidas adoptadas, son la panacea con la que llegaremos a un reducción significativa de los desgraciados accidentes de tráfico.
No me cabe la menor duda sobre esta reducción, y me congratulo, cuando el saldo a favor, refleja una disminución de lo que, hasta la fecha, sigue siendo una sangría intolerable. Pero dicho esto, me pregunto si las multas, las retiradas de carné, el endurecimiento de las leyes penales y las amenazas de cárcel que, sin duda alguna, están dando resultado en una gran mayoría de conductores atemorizados, contienen, además de la represión y persecución de los infractores, un propósito de enmienda, acompañado de métodos pedagógicos: la verdad es que yo creo que no.
Si todos los argumentos que la DGT emplea en estos momentos como solución de futuro, son las amenazas de cárcel, el aumento de radares y la cuantía de la denuncias que, más que enseñar, encojen de entrada el ánimo a todo aquel que coge un volante, además de las miles de demandas y recursos que se incoarán en contra de estas medidas, los métodos actuales no tienen ningún futuro si no van acompañados de grandes inversiones en educación, infraestructuras y mejora de la enseñanza y concienciación de los conductores.
La vieja idea de que, “la letra con sangre entra”, no le dio resultado ni a la Inquisición, a pesar de sus métodos; afortunadamente vivimos en una sociedad democrática en la que, el ordeno y mando y los abusos de autoridad, están limitados por las leyes y mandar a alguien a la cárcel por algo que no sea un homicidio por imprudencia con resultado de muerte, o lesiones graves, por temeridad o excesos en la bebida, le va a resultar muy difícil a cualquier juez encerrar a un ciudadano y, desde luego, mucho menos por conducir sin carné; ya que, de eso, y de que nos corten una mano por robar, aún estamos, afortunadamente, muy lejos.
Paco Costas