Después de diez años de recorrer Europa en autocaravana, uno descubre muchos lugares donde descabalgar y buscar posada, y, como los viejos caballeros andantes, te encuentras de todo: buenos recuerdos y momentos amargos, pero, en general, la experiencia es positiva.
En cualquier caso, siempre he mantenido que la lectura, viajar y conocer a otras personas de otros países, regiones y pueblos, es una forma eficaz de adquirir cultura, la verdadera cultura.
En España tenemos la inmensa fortuna de disfrutar de ese bien impagable, el sol, que reparte sus rayos sin distinguir entre pobres y ricos.
A su calor acuden en invierno miles de autocaravanistas extranjeros de todos los países del mundo; algunos permanecen entre nosotros desde octubre a marzo o abril; otros, viven todo el año, casi siempre en lugares fijos de aparcamiento para autocaravanas. El Camper Área del Campello a pocos kilómetros de Alicante, es uno a los que acudo con frecuencia.
Allí, en una hectárea se aparcan unas cuarenta autocaravanas que convierten el lugar en una especie de Babel: alemanes, ingleses, franceses, austriacos, lituanos, portugueses… que acaban formando un pequeño mundo en el que pueden oírse, como en la torre bíblica, toda clase de idiomas que no les impiden entenderse gracias a la buena convivencia.
Algunas de estas personas tienen una historia que con tiempo iré contando, porque merecen la pena.
En España, en Levante, y en el Sur, hay centenares de sitios que, como éste, vale la pena conocer.
¡Qué pena que algunos cerriles alcaldes le hayan declarado la guerra a una forma de viajar que tanto nos aporta!
Paco Costas