¿Qué tengo que hacer si me encuentro con un accidente de tráfico?
Nunca resulta grato hablar de la eventualidad de un accidente, pero desgraciadamente los accidentes existen, estamos todos expuestos a sufrirlos y lo único que podemos hacer para evitarlos, es respetar las normas y poner siempre en juego nuestro sentido común.
Las causas que motivan los accidentes son múltiples, pero de todas ellas, se sabe que somos los conductores con nuestra imprudencia, los culpables de la mayoría de ellos.
Los excesos de velocidad, las distracciones, el consumo de alcohol y drogas, el cansancio, el sueño, la falta de concentración, etc, son algunas de las faltas en las que los conductores incurrimos con demasiada frecuencia. Las causas atribuibles a la vía y al vehículo aparecen también en otros casos, pero lo cierto es, que el porcentaje atribuible a estos factores es mínimo.
Además de la prudencia y el sentido común, la obligación que tenemos de protegernos con el casco, la ropa adecuada y los sistemas de retención(cinturones de seguridad, air bags, cabeceros y sillitas especiales para los niños), es muy importante también sepamos que hacer una vez que el accidente ha ocurrido, tanto si somos nosotros los accidentados como si nos encontramos con un accidente sufrido por otros.
En caso de accidente propio
Si es uno mismo el que ha sufrido el accidente y no tienes daños físicos que te impidan hacerlo, lo importante es que trates de eliminar la posibilidad de un segundo accidente, deteniendo el tráfico en ambos sentidos.
En segundo lugar, si el motor de alguno de los vehículos implicados continúa en marcha, hay que desconectar inmediatamente el contacto para evitar un posible incendio.
Algunos conductores ante la presencia de un accidente, se detienen sin pararse a pensar que puede ser su propio vehículo, mal aparcado, el que provoque un segundo, un tercero e incluso un mayor número de accidentes. La falta de visibilidad en un cambio de rasante, la niebla, la lluvia y la propia velocidad, sorprenden a los que llegan sin tiempo material para detenerse.
La intensidad de la circulación actual así lo demuestra en no pocas ocasiones y por mucha que sea la ansiedad y el deseo de prestar ayuda lo antes posible, es absolutamente necesario aparcar lo más alejado del tráfico que permitan las circunstancias, señalizar la posición si el vehículo permanece en la calzada, y circular a pie con las mayores precauciones si nos vemos obligados a cruzar la vía. Por supuesto, pedir ayuda por el medio más rápido, es fundamental.
La segunda preocupación debe consiste en obtener la mayor información posible en el mismo escenario del accidente: casi ningún implicado en un accidente es capaz de retener después los detalles. El color de los vehículos, las distancias y las velocidades aproximadas o las direcciones que llevaban cada uno de los vehículos implicados, es falseado cuando queremos recordarlo al cabo de cierto tiempo. Parece mentira, pero dos personas siempre ven las mismas cosas de diferente manera.
Es también muy importante tomar nota de los datos, matrícula, permiso de conducir, compañía de seguros, direcciones, teléfonos, etc, de los vehículos directamente implicados en el accidente.
Cuando el accidente es ajeno
Al igual que en el accidente propio, lo primero es tratar de que no suceda un segundo accidente avisando a los vehículos que se acercan y acudiendo después a parar los motores en marcha.
* PEDIR AYUDA: Hay que avisar a la ambulancia lo antes posible. Se puede también solicitar ayuda de alguien que pase por el lugar y mandar aviso a la policía a través de otros conductores(hoy día el aumento de los teléfonos móviles y los números de emergencia, permiten comunicación instantánea con la policía, y ésta se encarga de avisar a los servicios de socorro).
* FIJARSE EN LOS HERIDOS: Acercarse al accidente y fíjate en los heridos, que pueden estar dentro de los vehículos o fuera y haz una valoración rápida de los que pueden estar más graves.
* NO INTENTES NUNCA SACAR A LOS HERIDOS DEL INTERIOR DEL VEHÍCULO, A NO SER QUE EXISTA RIESGO INMINENTE DE INCENDIO: Si algún herido permanece dentro del vehículo y le puedes atender allí mismo, no intentes sacarlo al exterior, al moverlo puedes causarle mayor mal del que ya tiene.
* ACTUA DE ACUERDO CON LA IMPORTANCIA DE LAS HERIDAS: Primero debe atenderse a los heridos que están inconscientes porque suelen ser los más graves. En segundo lugar, a los que sangren, si la sangre es abundante,(si sale a borbotones). A veces la sangre es muy escandalosa y produce rechazo, pero eso no quiere decir que el herido que sangra simplemente, es el más grave. No obstante, es importante cortar la hemorragia, con un vendaje provisional y si es necesario, por la abundancia de sangre, con la mano. De todos modos, siempre que sea posible, debemos evitar tocar cualquier clase de herida.
Aunque sucede en toda clase de accidentes, en los que sufren los motoristas,, se produce con frecuencia el estado de inconsciencia y suelen presentarse lesiones cervicales graves.
EN NINGÚN CASO MUEVAS A UN MOTORISTA ACCIDENTADO Y JAMÁS INTENTES QUITARLE EL CASCO, NI PERMITAS QUE OTROS LO HAGAN. En estos casos, pide ayuda inmediatamente y espera a que lleguen profesionales expertos.
La violencia desatada en algunos accidentes proyecta hacia el exterior a los ocupantes de un vehículo que no van sujetos, con tanta fuerza y a través de espacios que, contemplados después, parece de todo punto imposible que hayan podido pasar por ellos las víctimas, desplazándolas a varios metros del lugar del suceso.
Estos efectos, consecuencia de una deceleración que multiplica de forma brutal la que puede soportar el cuerpo humano, se manifiestan en ocasiones de forma difícil de creer y he presenciado casos, que aún razonando las causas, resultan inverosímiles sobre el terreno.
En una colisión de un pequeño coupé contra la parte trasera de un camión mal aparcado durante la noche, sus dos ocupantes, turistas norteamericanos, salieron catapultados a varios metros del lugar del choque a través de una de las ventanillas laterales y de la luna trasera. Las dos únicas puertas quedaron encajadas y por efecto del golpe, el vehículo ardió por completo. Los zapatos de una de las infortunadas víctimas aparecieron sobre el asfalto a no menos de cincuenta metros y un pequeño can que viajaba con ellas, aparecieron ladrando después de salvar su vida de forma totalmente inexplicable.
Con estos ejemplos, absolutamente reales, no pretendo alarmar ni siento deseo alguno de traer a mi memoria sucesos que preferiría olvidar; los menciono con el exclusivo propósito de recomendar a aquellos que tengan la mala suerte de asistir como testigos a situaciones parecidas, que no se conformen con lo que encuentren a primera vista en el escenario de un accidente.
Para prestar ayuda a los heridos, el primer paso es encontrarlos; y el segundo, valorar en la medida de lo posible su gravedad para poder dar asistencia de forma preferente a quienes más lo necesiten.
Localizados los ocupantes del vehículo, «tienes que fijare en tres cosas de cada herido».
* MIRA SI RESPIRA; al respirar, movemos el pecho y, además, echamos aire por la boca o la nariz. Si no respira, o respira mal, tiene tos o si parece que está roncando, o ves que ¡se está poniendo de color azul!, ponle la cabeza de lado y mete un dedo tuyo en su boca por si la lengua u otro objeto impide su respiración. Aunque así expresado parece un juego, la posibilidad de asfixia por obstrucción de las vías respiratorias es uno de los peligros más frecuentes y como primera medida, buscar en la boca del herido el motivo de la obstrucción por causa de algún objeto o de vómitos, es urgente. A veces, puede ser la propia lengua inerte, o una prótesis dental, la que produce la obstrucción.
* «EL BOCA-BOCA«: Si continúa igual, pregunta si alguien sabe aplicar el boca a boca o hazlo tu mismo: ponte de rodillas al lado del herido, pon una mano tuya por debajo de su nuca y empuja hacia arriba; es decir, intenta acercar la boca del herido a la tuya como si fueras a dar un beso. Después coge aire y sopla en su boca, sin miedo, igual que haces cuando inflas un globo. Retira tu boca para que él pueda sacar el aire y repite otra vez la operación. Además de colocar al herido boca arriba, hay que extender el cuello y elevar su mandíbula, y que para que la cantidad de aire que se insufla tenga efecto y vaya a los pulmones, es necesario que el socorrista oprima las ventanas de la nariz de la víctima con el pulgar y el índice. Si se trata de niños de corta edad, se deben cubrir al mismo tiempo su boca y su nariz con la boca del auxiliador. En el caso de niños recién nacidos o de lactantes, el aire debe ser insuflado de forma muy suave; el aliento del reanimador suele ser suficiente en estos casos.
* OBSERVA SI SANGRA. Puede que la sangre te asuste o te marees, pero sólo si sale la sangre a chorros, deberás intentar tapar la herida que sangra con un trozo de tela, un pañuelo o, si no, con tu mano o con un puño, apretando con fuerza y sin miedo.
Sé por experiencia que no siempre la vista de la sangre es el mejor indicativo para valorar la gravedad de un accidentado, aunque su presencia nos resulta siempre escandalosa. Salvo en los casos en los que, como se dice anteriormente, ésta brote en gran cantidad, la mayoría de las veces otras lesiones que no se perciben a primera vista, pueden revestir mucha mayor gravedad que una mediana hemorragia.
Sobre la diferencia que existe entre un accidentado que se desangra rápidamente por causa de una herida recibida en una arteria importante y otra, también escandalosa pero menos vital, siempre me viene a la memoria la terrible cornada que le infirió un toro hace ya algunos años al diestro Jaime Ostos en la plaza de toros de Tarazona. Recuerdo perfectamente cómo, Ostos, al darse cuenta de la gravedad de la herida, trató de contener la enorme hemorragia con una mano, mientras con la otra, hacía un gesto desesperado para arrancarse la corbata antes de caer desvanecido. Estoy seguro de que se trató de un movimiento reflejo para contener la hemorragia, ocluyendo la herida con su propia corbata. Los toreros saben perfectamente cuando una herida semejante puede acabar con su vida en pocos instantes.
Sobre esta solución, que consiste en aplicar un torniquete para contener el flujo de sangre, ni siquiera los profesionales médicos están seguros al aconsejarlo, por el peligro que conlleva aplicado por un profano de forma equivocada.
Durante el rodaje de un capítulo de la serie de televisión «Seguridad Vial», en el que el tema era precisamente el de primeros auxilios, fue el propio Dr. González Luque, de la Dirección General de Tráfico, el que nos planteó sus dudas al respecto, hasta que, finalmente se decidió eliminar del guión una secuencia que incluía la aplicación de un torniquete. La decisión es perfectamente comprensible tratándose de televisión, ya que por tiempo, pero, sobre todo, por el enorme efecto divulgativo que consigue este medio, una explicación poco clara o sin los medios adecuados, puede inducir a quienes lo vean a cometer errores que, en este caso, podrían llegar a ser irreparables.
Esto no quiere decir que debamos desechar la aplicación de un torniquete en algunas circunstancias si sabemos cómo hacerlo. El propio Dr. González Luque, escribe en el manual de primeros auxilios ya mencionado:
«Sólo excepcionalmente: torniquete, que consiste en la aplicación de un pañuelo, venda, tela o goma sobre una extremidad de manera que comprima con tal fuerza la arteria sobre el hueso, que impida el paso de sangre por ésta. Un torniquete ha de mantener la presión necesaria para que la hemorragia desaparezca o diminuya en intensidad lo más posible, siempre que estemos intentando controlar una hemorragia muy intensa que, como quedó expuesto previamente, ha de ser condición preliminar para colocar un torniquete. Si hemos decidido utilizar éste, ha de ser de modo eficaz.
En cuanto al tiempo que puede estar colocado, hay que saber que una vez que se coloca un torniquete, hay que dejarlo sin modificar hasta que el herido se encuentre en un centro hospitalario, en donde existen medidas suficientes y personal preparado para retirarlo sin riesgo para la vida del herido». Y añade de forma destacada: «RECUERDE siempre que el torniquete constituye la última medida a adoptar en caso de hemorragia, de modo que sólo tras intentar sin éxito la presión directa sobre el lugar del sangrado y sobre el recorrido de la arteria correspondiente y siempre que se trate de una hemorragia que pone en grave peligro la vida del herido, procederemos al uso del mismo».
He transcrito literalmente el procedimiento aconsejado para la colocación de un torniquete, ya que como puede comprobarse el tema es delicado y considero que, junto a la manipulación de los heridos al extraerlos del interior del vehículo, al moverlos, o al trasladarlos a un centro médico, son operaciones en las que cualquier socorrista improvisado ha de emplear la mayor de las prudencias. Realmente, en la práctica y salvo casos excepcionales, lo mejor es esperar la llegada de alguien experto.
Comprobación del pulso
Se puede comprobar el pulso de un herido poniendo los dedos de la mano en el cuello del herido, por debajo de su oreja hasta que se noten los latidos del pulso. Si no se perciben hay que buscar a alguien que sepa dar un masaje cardiaco.
Con frecuencia vemos en televisión cómo de forma ficticia, por tratarse de una película, o real, en el caso de un verdadero accidente, las asistencias aplican a los heridos lo que se conoce como masaje cardiaco, y es probable que, viéndolo, nos parezca la cosa más sencilla de hacer. Sin embargo, por el contrario, ésta y cualquier otra operación que tenga que ver con la recuperación de una persona herida, requiere conocimiento, calma, y en este caso del masaje en particular, una enorme constancia. Dicen los médicos al respecto que el masaje cardiaco hay que practicarlo hasta cuando ya parece perdida la esperanza. Son muchos los casos en los que la insistencia ha dado resultados positivos.
De una forma simple, los pasos para practicar un masaje cardiaco son:
Colocarse de rodillas al lado del herido. Localizar su esternón (el esternón es el hueso situado en la parte delantera del pecho desde la zona de unión de las clavículas- extremo superior -, hasta la zona de las costillas – extremo inferior-). Apoyar la parte posterior de la palma de la mano sobre el tercio medio del esternón, y la otra mano sobre la primera, y con los brazos rectos y perpendiculares al pecho del herido, dejar caer el peso del cuerpo sobre ese punto, hundiéndolo en cada masaje unos cuatro o cinco centímetros. La frecuencia, si se trata de un solo reanimador, será de 80 movimientos por minuto. Si son dos las personas que lo efectúan, la cadencia es de una compresión por segundo.
Pero el masaje cardiaco no tiene sentido si no se acompaña simultáneamente con la respiración artificial. Esto requiere combinar el masaje con la respiración. Con un solo reanimador se deben aplicar dos respiraciones boca a boca cada quince masajes. Si son dos las personas que lo aplican, cada cinco masajes se hace una respiración. En el caso de niños pequeños o lactantes, la compresión se debe hacer solamente con dos dedos, ejerciendo una presión moderada, de modo que el tórax se hunda uno o dos centímetros.
Si el herido está inconsciente
Si el herido que está inconsciente, tiene los ojos cerrados y no habla ni se queja, puede que esté inconsciente. A veces, parece que está roncando, y ¡es que se está ahogando!. Hay que colocar su cabeza de lado, porque se puede asfixiar.
Aquí la recomendación que se hace, aunque simple, aborda otra de las situaciones en las que el socorrista profano poco puede hacer, ya que bajo la inconsciencia del herido pueden ocultarse causas graves y difíciles de establecer a primera vista.
Los médicos de la DGT hacen las siguientes recomendaciones en estos casos:
«Si hay inconsciencia y signos de traumatismo (golpe, herida, hematoma) por encima de la clavícula, o si se trata de un accidentado de motocicleta, o si dice no sentir o poder mover alguna parte de su cuerpo: NO MOVER EL CUELLO (puede lesionarse la médula espinal). Colocar al herido en posición de lesionado vertebral, es decir, boca arriba y situando alrededor del cuello ropa, para inmovilizarlo. Si tuviera vómitos, habría que colocarles en «posición de defensa» con mucha precaución para no mover el cuello».
En la «posición de defensa», los pasos a seguir serían los siguientes: flexionar una pierna y colocar el brazo del mismo lado estirado y pegado al tronco. Girar a continuación al herido sobre ese mismo lado, tirando suavemente del brazo contrario y de la cadera hasta que la posición final del herido quede de costado y con una de sus mejillas apoyada sobre un brazo doblado a la altura del codo y el otro apoyado sobre su espalda. Todos los movimientos han de hacerse con sumo cuidado, sin flexionar el cuello, manteniendo en todo momento como un bloque el cuello y la cabeza.
A los accidentados en una moto o en un ciclomotor, NO HAY QUE QUITARLES NUNCA EL CASCO.
Tiempo de espera
Hasta aquí, un socorrista ocasional que haya leído con atención estas recomendaciones, si las recuerda y los nervios no le traicionan, digamos que ha puesto en práctica todo aquello que humanamente está a su alcance. Pero para mí, tan importante como las primeras ayudas que pueden prestarse a los heridos en un accidente de tráfico, salvo que esas ayudas las aplique un profesional, son el tiempo de espera y el traslado de los heridos.
Un accidentado consciente es un ser humano que de repente ha visto cómo, todo lo que era normalidad en su vida, ha sufrido un cambio dramático en décimas de segundo. Sea cual sea la gravedad de su situación, siempre se pone en lo peor y siente un pánico terrible. Si viaja con otras personas o miembros de su familia y era él el que conducía el vehículo, a su pánico se suman la duda sobre lo que puede haberles ocurrido y un sentimiento de culpa que le atormenta seguramente tanto como sus propias heridas. En una palabra, un accidentado es un semejante que en ese momento espera de nosotros palabras de aliento y esperanza y bajo ningún concepto ha de hacérsele saber, o mencionar de forma que pueda oírlo, la suerte que han corrido las demás personas que viajaban con él. Cierta gente, de buena fe, siente en esos momentos la necesidad de dramatizar la situación con descripciones en voz alta. Incluso en aquellos casos en los que se ha comprobado que alguno de los ocupantes ha fallecido, jamás debe mencionarse.
Nuestra actitud hacia los lesionados ha de ser en todo momento de afecto. Las caricias y las palabras de consuelo mientras se esperan las ayudas confortan anímicamente a unos seres que en esos instantes se sienten los más desgraciados del mundo.
Es importante durante la espera abrigar a los heridos cubriéndolos con una manta o cualquier otra solución que se tenga a mano, pero evitando que sufran excesivo calor. Tan malo puede resultar mucho calor como la pérdida de su temperatura corporal.
Otra precaución a tener en cuenta es la de no dar a beber líquidos de ninguna clase que pueden provocar vómitos y complicaciones respiratorias muy graves. También es conveniente aflojar aquellas prendas como cinturones, cuellos o corbatas que puedan causar opresión. A los accidentados que sufren quemaduras graves son a los únicos a los que se debe dar de beber agua en pequeños sorbos y dejará de dárseles si vomitan. Para las quemaduras, es aconsejable refrigerar la zona quemada con agua fría empleando apósitos o compresas humedecidas sobre las partes afectadas, pero en ningún caso hay que intentar retirar ropa o tejidos que hayan quedado adheridos a la piel de la zona quemada, reventar las ampollas o aplicar sobre las heridas ungüentos o pomadas.
Siempre la ambulancia
Ni un solo movimiento precipitado. Antes de mover a un herido la extracción de su cuerpo ha de hacerse con sumo cuidado con el fin de no violentar su posición. De todos modos, sólo en casos excepcionales, los heridos de un accidente deben ser manipulados por profanos o extraídos de sus vehículos, y mucho menos, trasladados de cualquier manera al primer vehículo que pase por allí, o en la caja de un camión como ya ha ocurrido en infinidad de ocasiones. Lo más seguro es siempre la ambulancia.
Para terminar, el consejo es que no que no rehuya nunca su ayuda en un accidente, pero también, que no haga más allá de lo que las circunstancias aconsejen, y que, dentro de sus limitados conocimientos, si es un profano, sea prudente; que recopile todos aquellos datos que puedan esclarecer responsabilidades posteriores (a veces el testigo de un accidente llega a dudar si un vehículo estaba a la derecha o a la izquierda de la carretera, o si el coche culpable era blanco o verde, y lo peor es que así lo declara cuando llega el momento). Y no se niegue nunca a prestar su testimonio ante la Ley con la información más precisa y en conciencia, por muy molesto que sea. Recuerde, que mañana puede ser usted el afectado.