Lo habían anunciado, el director general de Tráfico iba a ser entrevistado en un programa de debate en la primera de Televisión Española, y como es lógico, me interesé y esperé pacientemente ante el televisor hasta la una de la madrugada pasada.
Después de tragarme un interminable bloque de publicidad, apareció el rostro eternamente sonriente de una joven presentadora, y cuando esperaba ver en pantalla al señor Pere Navarro, me encontré con seis periodistas de reconocido prestigio que se dedicaron a debatir durante veinte minutos largos sobre los temas que ya nos tienen a muchos españoles fatigados hasta la náusea: los cuernos de Zapatero a Rajoy, el Estatuto catalán, la nueva denominación de Andalucía, las fanfarronadas del canalla de Otegui…
Después de otra larga pausa publicitaria, y cuando esperaba ver a otros interlocutores para abordar el tema del tráfico y la seguridad vial, me encontré con que allí seguían los mismos seis periodistas especializados en el análisis político.
En cualquier caso, su preguntas al director general de tráfico, que sí apareció en pantalla en esta segunda parte del programa, fueron las que lógicamente le haría cualquier ciudadano preocupado por la siniestralidad y el elevado número de heridos y muertos en nuestras carreteras, y pronto, comenzó el fuego cruzado de preguntas a las que el entrevistado fue contestando como pudo.
He aquí algunas de las preguntas y de las respuestas en síntesis.
En Alemania en Italia y otros países de nuestro entorno, donde el sistema del carné por puntos está dando un buen resultado, el margen de puntos disponible es superior, ¿por qué nosotros estamos empezando sólo con 12 puntos? Al parecer la DGT se ha decidido por el modelo francés por ser el más parecido al nuestro.
Me gustaría que el Sr. Navarro de diese una vuelta conduciendo por cualquier departamento de Francia, con la seguridad de que, a su regreso, creería haber estado en un país imaginario.
A una pregunta directa acusándole de no implicarse más en la reforma del Código Penal, poniendo por ejemplo el escandaloso caso de Farruquito, contestó que la solución depende del Ministerio de Justicia y, además, añadió algo sorprendente “aquí acudimos al Código Penal como única solución a todos los problemas”.
Sobre la influencia del mal estado de la vías, una periodista le puso cómo ejemplo el estado del tramo de Despeñaperros en la nacional IV, y lo único que pudo contestar es que los problemas de nuestras carreteras así como el de los guarda raíles, auténtica guadaña de muchos motoristas, está ya siendo abordado por el Ministerio de Fomento.
Se habló de la educación cívica como primera medida para abordar después la educación vial con bases más sólidas, y olvidando que la ley de educación hace años ya establecía la educación vial como una asignatura transversal obligatoria -que, por cierto, contados centros observan en la actualidad- junto con la educación general, dijo que, para educar con mayúscula a nuestros jóvenes, necesitaríamos quince años antes de notar los resultados. Y, ¿hasta entonces, ¿qué?
Uno de los contertulios le preguntó sobre los limitadores de velocidad en los vehículos, pero parece ser que es Alemania la que se opone de forma decidida.
Sobre la normativa europea de la implantación de cinturones de seguridad en los autobuses del servicio público, arguyó que la modificación y fabricación de vehículos capaces de retener el cuerpo de cuarenta pasajeros en una colisión, es muy complicada -se le olvidó decir que es también muy cara y que los fabricantes se oponen por todos los medios a su alcance- pero que, en cualquier caso, la norma entraría en vigor en el 2009. (Sugiero a los seguidores de esta bitácora que lean lo que he escrito al respecto en el capítulo de la Segunda Oportunidad “La Excursión“).
Cuando, como es público y notorio se acusa a la DGT de su afán recaudador, su respuesta fue breve y tajante: “la DGT goza de muy buna salud económica y no tiene ningún problema en este sentido”. Aunque no explicó en su defensa que, el dinero que se recauda por las multas, va directamente a las arcas de Hacienda sin pasar por la DGT que ya dispone de una dotación en los presupuestos generales del Estado a través del Ministerio del Interior. Pero en cualquier caso, el automóvil soporta por éste y otros muchos impuestos una pesada carga que muy bien podría emplearse en parte a solucionar muchos problemas del tráfico.
La presentadora del programa, que en ningún momento perdió la sonrisa y se excusaba cada vez que formulaba al director general preguntas más o menos comprometidas, le hizo llegar algunas que los telespectadores habían dejado a través de mensajes. En una de ellas, la Guardia Civil preguntaba como se iba a aumentar la plantilla y sus condiciones laborales para atender a los nuevos retos que plantea el tráfico. Y aquí el Sr. Navarro se despachó diciendo, que las necesidades están previstas y, en síntesis, que eso es lo que hay y con lo que tenemos que arreglarnos.
También se planteó el problema que está en la mente de todos; el nuevo sistema sancionador va a restar puntos por infracciones leves que no entrañan graves peligros, cuando algunas de ellas bastaría con que fuesen sancionadas con una simple multa económica. El argumento en contra que expuso el Sr. Navarro, se basó en el hecho de que, los recursos y contrarrecursos que muchos bufetes de abogados y asociaciones de automovilistas oponen, dilatan y restan inmediatez y eficacia a la multa económica.
El responsable del tráfico en Holanda, país que ha conseguido rebajar los accidentes en un 50 por cien, en una reunión sobre seguridad vial celebrada en Madrid, me dijo que las sanciones económicas en Holanda había que pagarlas sin excusas en el plazo máximo de quince días y las reclamaciones y los argumentos sólo podían atenderse después de que el pago se había hecho efectivo.
Justo es reconocer que, acertado o no, el director general de Tráfico hizo frente a todas las preguntas que se le formularon aunque, siguiendo el formato del programa, su figura quedaba un tanto desairada cuando, en plena contestación, le cortaban el micrófono y la palabra.
Era la primera vez que yo veía delante de mi el rostro del Sr. Navarro durante tantos minutos en pantalla -sólo he tenido ocasión de saludarle en una ocasión-, y mi impresión es que se trata de una persona pragmática y honesta que cree firmemente que puede alcanzar el objetivo de reducir esta sangría que padecemos con los medios que cuenta.
Y así se lo deseamos todos los españoles bien nacidos, pero, después del ejemplo que nos dio ayer la televisión del Estado, donde, en una tercera parte del programa, los mismos periodistas todoterreno, abordaron a continuación el comportamiento morboso de los medios durante la agonía de la pobre Rocío Jurado (lo curioso es que, algunos de allí los presentes dirigen medios o son parte de los que también han hecho carne con la muerte de la genial chipionera), en lugar de dedicarle la totalidad del programa, y de muchos programas más, a un problema que afecta a la totalidad de la sociedad española, mucho me temo que la DGT y su director general se van a quedar solos ante el peligro.
No cuente con la televisión Sr. Navarro, los asuntos que más parecen interesarle, a pesar de la deuda secular que venimos soportando todos los españoles, están muy lejos de la obligación que tiene de divulgar la seguridad vial con programas monográficos sobre el tema. La política y la basura ocupan la casi totalidad de las programaciones, y la muerte, por muy dolorosa e injusta que sea, de mujeres perseguidas, en accidentes de trabajo, catástrofes naturales, o el asesinato con el que casi todas las televisiones nutren sus informativos hasta el vómito, merecen mucha más atención que los diez muertos y heridos que se producen en el tráfico cada día de la semana. Pero a la postre, y mal que le pese a los responsables, todos somos víctimas.
Tampoco confíe mucho en los diferentes ministerios implicados de lleno en el problema. Hace años que vengo denunciando el divorcio entre ellos que, a la hora de la verdad, hace que sea imposible que todos trabajen sincronizados y de forma eficaz y rápida.
Sr. Navarro, lo siento de veras y se lo digo de corazón, las únicas armas con la que va a contar para lograr su propósito en un futuro inmediato son: el centenar largo de radares, cuatro mil escasos efectivos de la Guardia Civil de Tráfico y poco más.
Si lo que se pretende es que el nuevo sistema sancionador y la vigilancia sirvan para que paguen aquellos que, con total desprecio de la vida ajena, atentan a diario contra los conductores que sí observan las normas, lo que debería ser solución al problema, profetizo, aunque no es lo que deseo, que nacerá la bronca y la protesta generalizada y, a la postre, pagarán los que siempre pagan y menos culpa tienen.